Menú completo Tito 3:1-8
Me gustó la descripción que hizo un misionero respecto a una herejía en la que él había caído. Trabajando con un grupo indígena en Honduras, este hombre confiesa que cayó en un serio error “doctrinal”. Su error fue, que después de predicar a los creyentes la enseñanza de la Palabra de Dios, pensaba que automáticamente iban a obedecer. Pongamos un ejemplo. A mis hijas, por obedientes que fueran, les hacía falta más que una simple instrucción. Necesitaban el ejemplo de sus padres. En alguna ocasión necesitaban un plan de premios y de castigos para fijar ese comportamiento. Necesitaban ser recordadas repetidas veces. Sería una herejía parental adoptar el método de decir solamente una vez las cosas que tiene que aprender un hijo.
Pablo sabe que Tito tiene unos “hijos” muy duros. Además de enseñar y reprender y exhortar, ahora tiene que insistir (3:8). Y esa insistencia ha de hacerse con firmeza. Aquí tengo que confesar lo difícil que es para mí después de enseñar las cosas con claridad, volver a tratar a los hermanos como niños y decir, “No estás practicando lo que hemos aprendido”. Prefiero lavarme las manos y decir, “Yo ya he cumplido.” Pero hay que mantenerse firme. Con las personas que no son amables (3:2) hay que insistir en que sean amables, etc. etc.
Pablo se identifica (3:3) entre los que han sido rebeldes y presos de vicios. Pero fuimos salvos por la misericordia de Dios, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo (3:5). Curiosamente esta explicación tan clara y escueta de la salvación no por obras viene justo en medio de dos textos que enfatizan las buenas obras. Como ya vimos en el 2:14, el sacrifico de Cristo redime y purifica para buenas obras.
¿Estoy enseñando una salvación completa?
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