A los 12 años Jesús tuvo su primer encuentro con los escribas, los
“maestros de la iglesia” (Lucas 2:46). Según sus propias palabras estaba “en
los negocios de su Padre”. Ahora, unos 20 años más tarde, cierra ese capítulo.
El Hijo de Dios ha terminado con su inspección del templo y está entregando su
informe a la gente y a sus seguidores (Mt 23:1). A partir de este capítulo su
única relación con los líderes religiosos será cuando se entregue para ser
crucificado.
De todo lo que lees en Mateo 23 ¿qué es lo que más te sorprende? A mí me
resultan absolutamente fascinantes las primeras palabras que Jesús dice. A los
saduceos no les menciona. Ellos, aunque ejercen mucha autoridad política, no
tienen autoridad espiritual. Pero a los fariseos, que se comprometen con la ley
de Moisés, y a los escribas, que se dedican a entender y explicar la ley, les
coloca en el lugar más alto del pueblo judío, la cátedra de Moisés. ¿Te das
cuenta de lo que significa esto? Jesús está diciendo que a estos hipócritas
(les llama así 7 veces en este capítulo) hay que obedecerles. ¡Qué pena
que no puede encomendar líderes más fieles!
Es evidente que los apóstoles luego se esfuerzan por respetar a estos
líderes. Por ejemplo Pablo llama “príncipe del pueblo” al sumo sacerdote
(Hechos 23:5) y los cristianos en Jerusalén seguían siendo judíos, practicando
todas las costumbres de su pueblo pero manteniendo la valentía de Jesús en
enfrentarse a las autoridades cuando hacía falta (Hechos 4:19). No fueron ellos
los que se separasen de su pueblo, sino que fueron perseguidos y echados.