En el mismo año en que nace una niña se enferma una mujer. 12 años más tarde sus caminos se cruzan debido a necesidades que tienen. El relato de la resurrección de la niña es un bocadillo con la curación de la mujer en medio.
Vemos aquí que Jesús con su poder es accesible, disponible. Llega el papá de la niña, y Jesús va con él. Llega la mujer por detrás, abriéndose paso entre la multitud, y desde su anonimato experimenta el poder de Jesús. Llegamos tú y yo en cualquier momento y en cualquier condición, y está a nuestra disposición el poder de Jesús para perdonar y sanar.
¿Dije "sanar"? Dios sana todavía. Hemos escuchado testimonios recientes y fiables. Un referente en el siglo 20 sobre el poder de Dios para sanar era John Wimber. Hombre que amaba a Dios y a su pueblo, Wimber sentía la necesidad de ver el poder de Dios en su ministerio. Siguió buscando y orando hasta llegar a ver muchos y grandes milagros de varios tipos. Fruto de su ministerio son las iglesias de la Viña (Vineyard churches) extendidas por muchos países. Y también el estilo de música de adoración que él introdujo, que ha influido en muchas iglesias. Después de años de predicar y practicar la sanidad, John Wimber tuvo la sinceridad de reconocer que no todos enfermos se curaban. Había grandes muestras del poder de Dios pero los resultados no eran como lo que hacía Jesús, sanando a todos. Wimber mismo murió de cáncer a los 63 años.
Si las obras milagrosas acreditaban la autoridad de Jesús (Juan 14:11), ¿qué son las obras mayores que harán los que creen en él (14:12)? Dejando ya para otro momento el tema de las sanidades, hay algo a nuestro alcance que sería una señal única en el mundo. No conozco ningún campo donde no haya competencia e intentos de rebajar a los demás. Bueno, sí, uno, el "campo santo", el cementerio. En la política, en las artes, en la medicina, en el mundo de la literatura o la investigación, el deporte, hasta en la teología, hay que ser el primero, tener más aplausos, tener el club de fans más grande.
Nosotros los cristianos sabemos decir frases como "toda la gloria a Jesús". Pero las divisiones entre creyentes, hasta en pueblos pequeños, demuestran muchas veces un Jesús incapaz de coordinar su cuerpo. ¿Qué hacer? Pues, reunirnos para orar. No es tan fácil. He visto intentos de hacer esto entre pastores de iglesias con el resultado de que un pastor luego comentó que el único beneficio que pudo sacar de esas reuniones era los programas de informática que intercambiaban. ¿Solución? Servirnos los unos a los otros. Algunos parecen definir "servir" como "mandar". Perdonarnos los unos a los otros. Al final ¿sabías que estamos en un cementerio? Habéis muerto (Colosenses 2:20 y 3:3). Hemos muerto (Romanos 6:2). Habiendo muerto (Romanos 7:6). Con Cristo he sido crucificado (Gálatas 2:20). Cuando ensalzamos a cualquier personaje que no sea Jesús, estamos intentando resucitar lo que se había dado por enterrado. De modo que el único club de fans que conocemos es el de Jesús. Si tenemos eso claro, podemos ir haciendo limpieza, identificando y eliminando de nuestra vida las actitudes carnales que hemos disimulado con vocabulario espiritual.