Hechos 25
Me parece verle a Pablo ya harto de tanta comedia. Después de muchas y graves acusaciones simplemente dice, No he cometido ningún delito, ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra el César. Esta vez no va a repetir su testimonio ni contestar las acusaciones. El tiempo de su partida para Roma ha de estar cerca.
Sus acusadores dicen una cosa y piensan otra. Piden justicia en Jerusalén mientras planean un asalto (v 3). El gobernador Festo hace más o menos lo mismo. Vacilando, les niega la petición de trasladar el caso a Jerusalén (v 4), y luego por motivos políticos ofrece lo que ha negado. ¿Dónde está la sinceridad? Pablo deja caer entonces la bomba. Con lo que él dice a continuación, quita el proceso de las manos de todos los presentes. Como ciudadano romano utiliza su derecho de presentar su caso ante el emperador. Adiós, Cesarea, Hasta luego, Jerusalén. Al final dice Festo, He decidido enviarle a Roma. ¡Ya! Lo importante es lo que Dios ha decidido.
Antes de salir de Cesarea queda una cita, que veremos en el siguiente capítulo. Ha llegado Agripa de la familia de los Herodes. Se le ha concedido el título de rey. Escucha al romano Festo hablando con el mini-rey Agripa sobre un caso problemático. Tenemos este judío que se llama Pablo, que está en conflicto con su propio pueblo. Según he podido deducir, este desacuerdo religioso tiene que ver con un tal Jesús que ha muerto, pero Pablo afirma que todavía vive (v 19). Picada la curiosidad de Agripa, deciden divertirse un poco escuchando a este extraño personaje.
¿En qué manera afirmo yo que Jesús vive?