Lamentaciones 1-2 (Versión La Palabra)
Mateo 23:37- ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!
También Jesús Cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró sobre ella, diciendo: ¡Si tú también hubieras sabido en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Porque sobre ti vendrán días, cuando tus enemigos echarán terraplén delante de ti, te sitiarán y te acosarán por todas partes. Y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo de tu visitación. Lucas 19:41-44
Jerusalén, la ciudad que no aprovecha sus oportunidades
Cuando David llegó a ser rey, lo primero que hizo era establecer su capital en Jerusalén. De joven, desde su casa en Belén, a 7 km. de Jerusalén, sacaba sus ovejas a pastar, así que conocía bien el terreno. Ninguna ciudad hay como ella. Allí el hijo de David edificó el templo, donde apareció el Señor en toda su gloria. Las riquezas de la ciudad en tiempos de Salomón alcanzaron tal abundancia, que se valoraba la plata como las piedras de la calle (1 Reyes 10:27).
Jerusalén ha caído, cumpliendo las profecías de Jeremías. De centro de riquezas y cultura y poder ha llegado a ser un vertedero. El profeta llorón se pone a llorar. Como haría Jesús siglos más tarde en la misma ciudad, en anticipación de otra destrucción de una Jerusalén reedificada.
Lamentaciones es para sentir el dolor.
Leemos que el Señor mismo la ha afligido. Leemos que no hay quien la consuele
Leemos que por fin reconoce su rebeldía.
Los profetas falsos con sus mensajes fraudulentos tienen gran parte de la culpa
¡Todo esto era se podía haber prevenido!
Sabemos que volverán a repetir su rebeldía. Cuando por fin aparezca un rey justo, crucificarán al Mesías, al Hijo de David.
Para pensar mientras leemos y lamentamos estas calamidades
Todos los que rechazan las oportunidades de Dios sufrirán las consecuencias de su decisión. “El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. (Juan 3:18-19). Esto sí que es lamentable, y se necesitan más "Jeremías", que adviertan a estas personas hasta el final, hasta agotar todas las posibilidades.