Tenemos que hacer
algo. Nosotros, los creyentes, hacer algo en nuestro pueblo, en nuestro propio
barrio. Abrir una puerta a los niños hacia el reino de los cielos. No por
costumbre, no por deber, sino por amor a los niños. Los niños son importantes
para Dios. Hay que hacerlo hoy, porque mañana ya no serán niños.
Los propios discípulos de Jesús querían impedir que los niños fueran traídos a Jesús. ¿Cuando vemos a Jesús indignado? Cuando alguien se interpone entre los niños y él (Marcos 10:14).
Los niños no
venían solos. Fueron traídos. Esto corresponde a los padres. Lo mismo que Jesús
se había ganado la confianza de los mayores, tenemos que brillar en la sociedad
con suficiente luz, de manera que los padres de los niños deseen nuestra
bendición sobre sus hijos.
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