Si estudiamos con cuidado los últimos capítulos de Mateo vemos que las
conversaciones del capítulo 22 sucedieron el martes de Semana Santa. Hace tres
días Jesús fue aclamado Rey cuando entraba en Jerusalén. El viernes va a ser
crucificado. Va a preguntar a sus acusadores (Mateo 26:55) por qué no tuvieron
valor para detenerle en público cuando enseñaba diariamente en el templo.
Entendamos que se trata del patio del templo, no un edificio con techo. Aquí se congrega la gente como en la plaza de un pueblo en un día festivo. Hay varios partidos - los fariseos (“fundamentalistas”), los saduceos (que usan la religión para ventaja propia), los herodianos (también aprovechaban una mezcla de política y religión). Un gran mogollón donde puedes encontrar a cualquier persona, sobre todo en la fiesta de la pascua que se celebra esta semana.
En esta ocasión todos parecen tener un mismo objetivo: desprestigiar al
forastero que viene de Galilea y arrebatarle su público. A veces por sernos tan
familiar no nos damos cuenta del drama que hay en el evangelio. Cuando en Mateo
22:15 dice que querían sorprenderle, Lucas añade que se trataba de espías que
fingían ser personas sinceras (Lucas 20:20). Cuando leemos este capítulo entero
nos damos cuenta de la absoluta falta de sinceridad, que hay más politiqueo que
otra cosa.
En vez de perder prestigio Jesús va ganando (v 33) y acaba tomando la
iniciativa. Al final (v 46) nadie se atreve a hacerle más preguntas. ¿Por qué
gana? ¿Por qué ni los religiosos ni los romanos ni los renegados pudieron
arrebatarle su autoridad? ¿Por qué todos los enemigos juntos en nuestro tiempo
no pueden parar el avance de la fe cristiana? Porque en Jesús
tenemos la verdad.
¿Sufro alguna tentación de actuar con falsedad como los enemigos de Jesús?
No hay comentarios:
Publicar un comentario