martes, 17 de agosto de 2021

Saber mucho y no hacer caso

No sólo en Israel hubo personas que conocían a Dios. Por ejemplo, el suegro de Moisés. Pero, muy curiosamente, sólo en Israel hubo familias que seguían fieles a Dios. Y ya hemos visto lo difícil que fue ese pueblo, lo que le costó a Dios (y a Moisés) mantenerles a raya. Tenemos en Números 22-24 la historia del profeta Balaam, de la nación de Madián, cuyas profecías sobre una estrella parece que seguían incluso los magos de oriente siglos después.

Faby cuenta la historia muy bien


Balaam es un profeta poderoso, de mucha fama. Es reclutado por el rey de Moab para maldecir a los ejércitos de Israel para que queden en desventaja en el caso de un conflicto. Lo que estas naciones vecinas no comprenden es que ha sido asignado a Israel un territorio específico, y no les va a invadir. 

Balaam es un ejemplo de no hacer lo que Jesús enseñaba años más tarde a sus seguidores (tú y yo): No podéis servir a Dios y al dinero (Lucas 16:13). Nunca le han ofrecido tanto por proferir una maldición. Tan grande es la tentación que parece que encontró una forma de hacer daño a Israel a pesar de la bendición que tuvo que decir (Judas 1:11 y Apocalipsis 2:14). En el comienzo hasta su burra trata de impedir que siga adelante y le amonesta hablando el mismo idioma que el profeta.

Aunque Balaam se refiere a Dios como "mi Dios" (Números 22:18 y 38), su actuación es diabólica. Enseña a Balac el rey a convidar a Israel a fiestas paganas y ofrecerles comida y mujeres. Al final es ejecutado por los militares Israelíes (Números 31:8). 

Pensamiento para hoy: ¿Qué distancia hay entre lo que sé y lo que practico?

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