sábado, 1 de agosto de 2020

Cursillo de Jeremías, Día 9

Jeremías 17-19 (Versión La Palabra)  

¿Aspiras a esto? 

¿Te acuerdas que cuando Dios llamó al joven Jeremías para su misión profética, le dijo, Te atacarán, pero no te vencerán, pues estoy contigo para ayudarte (Jeremías 1:19). Jeremías va a ser como columna de hierro y muro de bronce. 

Los profetas son luz para un pueblo en tinieblas y esas personas odian la luz (Juan 3:20). Los cristianos también somos la luz del mundo (Mateo 5:14). Jesús nos advierte que nos tratarán como trataron a los profetas (Mateo 5:11) pero no nos anima a callar, sino, Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas

Jeremías, cuando entrega su mensaje, siente tanto amor por ese pueblo rebelde, que el Señor le tiene que decir varias veces, "Deja de interceder por este pueblo porque las advertencias que estás diciendo se van a cumplir". Pero también siente las amenazas. Los vss 17:14-19 son su petición para que el Señor le defienda. El trabajo es tan duro que Jeremías necesita ser curado él mismo antes de seguir. Esto le pasa varias veces. 

Si quieres quedar con un texto de esta lectura de hoy como base para la confianza en Dios, podría ser 17:7-8,

Bendito quien confía en el Señor,

quien pone en el Señor su seguridad.

8 Será un árbol plantado junto al agua,

que alarga a la corriente sus raíces;

no temerá la llegada del estío,

mantendrá siempre verde su follaje.

No le inquietará un año de sequía,

ni dejará por eso de dar fruto.

Y para no olvidar el peligro en que nos encontramos, el v 9, Nada hay más engañoso que el corazón; no tiene remedio, ¿quién lo conoce? Y el 10 nos enseña claramente lo que Pablo dice luego en 2 Corintios 5:10, que Dios nos tratará con total justicia, no hay quién le engañe.

Al final del c 17 hay una seria observancia sobre el sábado. ¿Cómo debemos aplicar a nuestras vidas este principio del descanso?

Hay buenas lecciones en el c 18 que podemos aprender del alfarero.

Y en el c 19 sigue la denuncia de la ciudad que Dios amó, donde está su templo, Jerusalén.

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