martes, 4 de agosto de 2020

Cursillo de Jeremías, Día 12

Jeremías 25:15-27:22 (Versión La Palabra)

Dios tiene una costumbre; le gusta comunicar. A Adán y Eva les dio instrucciones sobre el lugar que tenían que cuidar, y también advertencias. Y así, hasta el final de la Biblia, donde en el Apocalipsis califica a las iglesias y describe con detalle y con misterio lo que ha de pasar. Los profetas tienen el privilegio de anunciar los planes de Dios al mundo. Dios no hace nada sin revelarlo a los profetas (Amós 3:7).

Ahora Dios va a barrer con escoba grande, y va a empezar en casa. Y Jeremías es el mensajero. Les tocará a todas las naciones relacionadas con Israel, comenzando con Jerusalén misma. Lo hace con una copa de vino que Jeremías los obligará a beber. Cuando habla un auténtico profeta se ve claramente que suceden cosas. La destrucción de Jerusalén provoca efectos en otras naciones, y da lugar a una re-estructuración de la política de su tiempo.

Estos mensajes a varias naciones continúan en el c 27, que realmente es el mismo mensaje de Dios a Israel, hay que someterse a Nabucodonosor.

Nos tocó también beber la copa de la ira de Dios, pero Jesús aceptó tomarla por nosotros, en Getsemaní.

¿Qué es lo que hay profetizado para nuestro tiempo? Jesús en su último discurso dijo (Juan 16) que en el mundo tendremos tribulación, pero no hay que preocuparse porque él venció el mundo. Y, El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió (Mateo 10:40).

El capítulo 26 es un interesante episodio que ilustra cómo era recibido el mensaje de Jeremías, y cómo un grupo de nobles lo defiende. Son personas que no han olvidado su historia. También hay incidentes que indican el ambiente que reinaba en ese tiempo.



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