En algún momento todos necesitamos que nos aconsejen. Por ejemplo, estamos buscando una dirección y nos falla el GPS. Paramos y preguntamos a un vecino como en años anteriores. Los hay que saben y nos ayudan; los hay que no saben y nos desayudan. Y los hay que reconocen que no saben. Para que los consejos nos sirvan, la persona tiene que saber, y tiene que saber explicar.
No es malo necesitar consejos. De hecho, uno de los indicadores de la sabiduría es saber que no se sabe todo, es decir, la humildad. La sabiduría da humildad (v 13). También la sabiduría frena la lengua. Sabemos que cuando alguien habla mucho y se hace autoridad de todos los temas, probablemente no querremos sus consejos. Así que, si estamos buscando un sabio, se le puede identificar por su humildad, y porque piensa antes que hablar, y también por su conducta (v 13).
Este capítulo comienza con una advertencia. Si queremos ser maestros para los demás, debemos saber que los que ejercen más autoridad serán juzgados por Dios con más severidad. Esto es razonable porque alguien en una posición de autoridad puede desviar a muchos del buen camino, o puede ser de gran ayuda. Recordemos que en el principio, por la falsa sabiduría del diablo, cayeron Adán y Eva en un gran error.
Si quieres volver a repasar el interesante sistema de Santiago al escribir esta epístola para conocerla mejor, puedes volver un momento al Tema del c 3 en el video de repaso. ¿Con qué otros textos en la misma epístola completa el autor este tema?
La lengua
3:1-
Hermanos míos, no haya entre vosotros tantos maestros, pues ya
sabéis que quienes enseñamos seremos juzgados con más severidad. 2- Todos
cometemos muchos errores; ahora bien, el que no comete ningún error en lo que
dice es un hombre perfecto, capaz también de controlar todo su cuerpo.
3-
Cuando ponemos freno en la boca a los caballos, para que nos obedezcan,
controlamos todo su cuerpo. 4- Y fijaos también en los barcos: aunque son tan
grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño
timón, los guían por donde quieren. 5- Lo mismo pasa con la lengua: es
una parte muy pequeña del cuerpo, pero se cree capaz de grandes cosas. ¡Qué
bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! 6- Y la lengua
es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a
toda la persona. Está encendido por el propio infierno, y a su vez
hace arder todo el curso de la vida.
7-
El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, aves, serpientes y animales
del mar, y los ha dominado; 8- pero nadie ha podido dominar la
lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal.
9-
Con la lengua, lo mismo bendecimos al que es Señor y Padre, que maldecimos a
los hombres creados por Dios a su propia imagen. 10- De la misma
boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11- De
un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. 12- Así
como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco,
hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.
La verdadera
sabiduría
13-
Si entre vosotros hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena
conducta, con la humildad que su sabiduría le da. 14- Pero si dejáis que la
envidia os amargue el corazón y hacéis las cosas por rivalidad, entonces no
tenéis de qué enorgulleceros y estáis faltando a la verdad. 15- Esta sabiduría
no es la que procede de Dios, sino que es sabiduría de este mundo, de la mente
humana y del propio diablo.
16-
Donde hay envidias y rivalidades hay también desorden y toda clase de maldad; 17-
en cambio, los que poseen la sabiduría que procede de Dios llevan ante todo una
vida pura; y además son pacíficos, bondadosos y dóciles. Son también
compasivos, imparciales y sinceros, y hacen el bien. 18- Y los que procuran la
paz, siembran en paz para recoger como fruto la justicia.
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