Hay algo en mí que no quiere que me manden. En ese sentimiento hay algo de rebeldía y de orgullo. Pero también tenemos el deseo de cumplir y de complacer de forma espontánea. Es decir, que si alguien me está mandando continuamente o adelantando sugerencias de cómo hacer mi trabajo o cómo comportarme, no me siento libre. No hay mucha satisfacción en sentirse un robot. Y si encima nos piden cosas que no nos encontramos capaces de realizar bien, nuestra vida es una frustración.
La postura aquí de Pablo es que la vida regida por leyes y obligaciones no puede traer satisfacción personal, y tampoco Dios va a tener satisfacción con nosotros debido a nuestros continuos tropiezos. El v 4 habla de esclavos de la ley. La ley manda (16) y es para cumplir; en su propia experiencia (19) la ley produjo en Pablo una especie de muerte, que paradojicamente le ayudó a comprender el verdadero propósito de la ley, que es llevarnos a la frustración con el fin de encontrar la solución en Cristo. La ley y las obligaciones son esenciales pero no son el final. El siguiente capítulo seguirá ampliando este concepto.
Aprovechemos también los datos biográficos de Pablo aquí para entender cómo llegó a ser el apóstol a los gentiles. En el c 1 habla de un lapso de 3 años antes de conocer a Pedro. Aquí (2:1) después de 14 años regresa a Jerusalén. Pablo no llegó a ser aprendiz de los 12 apóstoles, sino directamente de Cristo. Lo que hacen ellos es confirmar lo que Dios ha hecho en él. Y se nota una clara distinción de trabajo. Cuando leemos detenidamente Gálatas 2:7-9 vemos que todos están de acuerdo, tanto Pablo como los 12, que el apostolado de ellos es con los judíos, mientras que el de Pablo es con los gentiles. Pedro y Santiago, escriben cartas a los creyentes judíos (1 Pedro 1:1 y Santiago 1:1). Hay un sólo mensajero de Dios enviado específicamente a los no judíos, Pablo (Romanos 11:13 y 1 Timoteo 2:7).
Nos va a costar un poco de trabajo comprender esta epístola, pero ese esfuerzo va a producir un tesoro.
2:1- Catorce años después fui otra vez a
Jerusalén, con Bernabé, y llevé a Tito conmigo.
2- Fui porque Dios me había
revelado que tenía que ir. Y allí, en Jerusalén, expuse ante todos el evangelio
que anuncio a los no judíos. Luego, más en privado, lo expuse ante quienes
parecían tener mayor autoridad, para que les constara que ni antes ni ahora
estaba yo trabajando en vano. 3- Pero ni siquiera Tito, que se hallaba conmigo
y que era griego, fue obligado a someterse al rito de la circuncisión.
4- Algunos falsos hermanos se habían metido a
escondidas entre nosotros, para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús
y hacernos otra vez esclavos de la ley;
5- sin embargo, ni por un momento
nos dejamos llevar por ellos, porque queríamos que la verdad del evangelio
permaneciera en vosotros. 6- Los que eran reconocidos como de mayor
autoridad –aunque a mí no me importa lo que por un tiempo hayan sido, pues Dios
no juzga por las apariencias– no me dieron nuevas instrucciones. 7-
Lejos de eso, reconocieron que Dios me había confiado la misión de
anunciar el evangelio a los no judíos, así como a Pedro le había confiado la
misión de anunciárselo a los judíos.
8- Pues el mismo que envió a Pedro como apóstol
a los judíos me envió también a mí como apóstol a los no judíos. 9- Así
pues, Santiago, Cefas y Juan, que eran tenidos por columnas de la iglesia,
reconocieron que Dios me había concedido este privilegio. Y para confirmar que
nos aceptaban como compañeros, nos dieron la mano a mí y a Bernabé, y estuvieron
de acuerdo en que nosotros fuésemos a trabajar entre los no judíos, en tanto
que ellos trabajarían entre los judíos.
10- Tan solo nos pidieron que nos
acordásemos de los pobres, cosa que me he esforzado en hacer.
11- Pero cuando Cefas fue a Antioquía, le
reprendí en su propia cara porque lo que estaba haciendo era condenable. 12-
Porque al principio comía con los no judíos, pero luego que llegaron
algunas personas de parte de Santiago, comenzó a separarse y dejó de comer con
ellos por miedo a los fanáticos de la circuncisión. 13- Y
los demás creyentes de origen judío consintieron también con Pedro en su
hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por ellos. 14- De
modo que cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, dije
a Cefas en presencia de toda la congregación: “Si tú, que eres judío, has
estado viviendo como si no lo fueras, ¿por qué quieres obligar a los que no son
judíos a vivir como si lo fueran?”
Dios nos hace
justos por la fe en Jesucristo
15- Nosotros somos judíos de nacimiento, y no
pecadores paganos. 16- Sin embargo, sabemos que nadie es reconocido
como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés, sino por la fe en
Jesucristo. Por eso, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que Dios
nos reconozca como justos por medio de la fe en Cristo y no por cumplir la ley.
Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario