jueves, 16 de abril de 2020

La alegría de la libertad (Gálatas 2)


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Hay algo en mí que no quiere que me manden. En ese sentimiento hay algo de rebeldía y de orgullo. Pero también tenemos el deseo de cumplir y de complacer de forma espontánea. Es decir, que si alguien me está mandando continuamente o adelantando sugerencias de cómo hacer mi trabajo o cómo comportarme, no me siento libre. No hay mucha satisfacción en sentirse un robot. Y si encima nos piden cosas que no nos encontramos capaces de realizar bien, nuestra vida es una frustración.

La postura aquí de Pablo es que la vida regida por leyes y obligaciones no puede traer satisfacción personal, y tampoco Dios va a tener satisfacción con nosotros debido a nuestros continuos tropiezos. El v 4 habla de esclavos de la ley. La ley manda (16) y es para cumplir; en su propia experiencia (19) la ley produjo en Pablo una especie de muerte, que paradojicamente le ayudó a comprender el verdadero propósito de la ley, que es llevarnos a la frustración con el fin de encontrar la solución en Cristo. La ley y las obligaciones son esenciales pero no son el final. El siguiente capítulo seguirá ampliando este concepto.

Aprovechemos también los datos biográficos de Pablo aquí para entender cómo llegó a ser el apóstol a los gentiles. En el c 1 habla de un lapso de 3 años antes de conocer a Pedro. Aquí (2:1) después de 14 años regresa a Jerusalén. Pablo no llegó a ser aprendiz de los 12 apóstoles, sino directamente de Cristo. Lo que hacen ellos es confirmar lo que Dios ha hecho en él. Y se nota una clara distinción de trabajo. Cuando leemos detenidamente Gálatas 2:7-9 vemos que todos están de acuerdo, tanto Pablo como los 12, que el apostolado de ellos es con los judíos, mientras que el de Pablo es con los gentiles. Pedro y Santiago, escriben cartas a los creyentes judíos (1 Pedro 1:1 y Santiago 1:1). Hay un sólo mensajero de Dios enviado específicamente a los no judíos, Pablo (Romanos 11:13 y 1 Timoteo 2:7).

Nos va a costar un poco de trabajo comprender esta epístola, pero ese esfuerzo va a producir un tesoro.

2:1-  Catorce años después fui otra vez a Jerusalén, con Bernabé, y llevé a Tito conmigo.  2-  Fui porque Dios me había revelado que tenía que ir. Y allí, en Jerusalén, expuse ante todos el evangelio que anuncio a los no judíos. Luego, más en privado, lo expuse ante quienes parecían tener mayor autoridad, para que les constara que ni antes ni ahora estaba yo trabajando en vano.  3-  Pero ni siquiera Tito, que se hallaba conmigo y que era griego, fue obligado a someterse al rito de la circuncisión. 

4-  Algunos falsos hermanos se habían metido a escondidas entre nosotros, para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús y hacernos otra vez esclavos de la ley;  5-  sin embargo, ni por un momento nos dejamos llevar por ellos, porque queríamos que la verdad del evangelio permaneciera en vosotros.  6-  Los que eran reconocidos como de mayor autoridad –aunque a mí no me importa lo que por un tiempo hayan sido, pues Dios no juzga por las apariencias– no me dieron nuevas instrucciones.  7-  Lejos de eso, reconocieron que Dios me había confiado la misión de anunciar el evangelio a los no judíos, así como a Pedro le había confiado la misión de anunciárselo a los judíos. 

8-  Pues el mismo que envió a Pedro como apóstol a los judíos me envió también a mí como apóstol a los no judíos.  9-  Así pues, Santiago, Cefas y Juan, que eran tenidos por columnas de la iglesia, reconocieron que Dios me había concedido este privilegio. Y para confirmar que nos aceptaban como compañeros, nos dieron la mano a mí y a Bernabé, y estuvieron de acuerdo en que nosotros fuésemos a trabajar entre los no judíos, en tanto que ellos trabajarían entre los judíos.  10-  Tan solo nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que me he esforzado en hacer. 

11-  Pero cuando Cefas fue a Antioquía, le reprendí en su propia cara porque lo que estaba haciendo era condenable.  12-  Porque al principio comía con los no judíos, pero luego que llegaron algunas personas de parte de Santiago, comenzó a separarse y dejó de comer con ellos por miedo a los fanáticos de la circuncisión.  13-  Y los demás creyentes de origen judío consintieron también con Pedro en su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por ellos.  14-  De modo que cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, dije a Cefas en presencia de toda la congregación: “Si tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras, ¿por qué quieres obligar a los que no son judíos a vivir como si lo fueran?”

Dios nos hace justos por la fe en Jesucristo 

15-  Nosotros somos judíos de nacimiento, y no pecadores paganos.  16-  Sin embargo, sabemos que nadie es reconocido como justo por cumplir lo que manda la ley de Moisés, sino por la fe en Jesucristo. Por eso, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que Dios nos reconozca como justos por medio de la fe en Cristo y no por cumplir la ley. Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley. 

17-  Ahora bien, si nosotros, buscando ser reconocidos como justos por medio de Cristo resultamos también ser pecadores, ¿querrá eso decir que Cristo nos hace pecadores? ¡De ninguna manera!,  18-  pues si destruyo algo y luego vuelvo a construirlo, yo mismo soy el culpable.  19-  Porque por medio de la ley yo he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado,  20-  y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí.  21-  No quiero rechazar la bondad de Dios: si uno fuera hecho justo por cumplir la ley, Cristo habría muerto inútilmente.

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