jueves, 11 de julio de 2019

Tener poder y no usarlo (1 Samuel 26-29)

Ya es la segunda vez que David impide a sus hombres que maten al rey Saúl. Lo que más me impresiona aquí es cómo, en medio de extremo peligro, este hombre mantiene su norte. La verdad que le orienta es el hecho de que Dios está encima. No es normal en un ser humano tener poder y no usarlo. Además, entendemos aquí que Dios mismo había impuesto un profundo sueño sobre Saúl y su ejército. Pero David entiende con claridad que su misión es eliminar a los que han ocupado el territorio designado para Israel, y no a su propio pueblo, por muy desobedientes que sean.

Me hace pensar en otra ocasión cuando alguien no usó su poder. Jesús dijo a Pedro (Mateo 26:53) que podía disponer de un ejército de ángeles pero que esto no era el momento.

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No le vendría mal a Israel hoy volver a poner su fe en el Hijo de David. No necesitarían otros aliados.

En el capítulo 27 vemos que David no ha olvidado al rey filisteo que no entendió lo que realmente estaba haciendo. Obviamente el futuro rey de Israel está estableciendo un audaz plan.

En el capítulo 28 vemos una indicación de que Saúl en un tiempo realmente había hecho un intento de gobernar bien, eliminando por ejemplo a los que consultaban con demonios. 

Ahora sucede una experiencia única: el profeta Samuel regresa de la muerte a hablar con el rey y continúa la última conversación. 

Hemos visto la sucesiva caída de Saúl. 3 desobediencias con 3 consecuencias. Lo de hoy es la última, Saúl consulta a una mujer que está en contacto con los demonios (Levítico 19:31). La consecuencia es su propia muerte.

En el capítulo 29 vemos como David está obsesionado con una sola misión, establecer a Israel dentro de las fronteras que Dios ha establecido, eliminando a "okupas" como los filisteos (Josué capítulo 1). En 400 años Israel no ha tomado en serio este cometido. A propósito, los príncipes de los filisteos tienen más agudeza que su rey. Y a David le espera otra experiencia en su entrenamiento para reinar.

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