miércoles, 22 de diciembre de 2010

Condición firme

Texto de la semana         Juan 3:10-21
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Otra vez va Jesús a Jerusalén (7:10), esta vez a la fiesta de los tabernáculos. Aunque vimos en el capítulo 6 que mucha gente le abandonaba y que ni su propia familia cree en él (7:5), sin embargo gran parte de sus seguidores son de su propia provincia, Galilea. En la capital es demasiado peligroso identificarse como seguidor de Jesús, como veremos en el 9:22. Tabernáculos, la fiesta de las enramadas, es un tiempo de gran alegría. Pasó la cosecha y la vendimia. La gente quiere celebrar. Van todos juntos desde todas las provincias a Jerusalén. Allí preparan sus enramadas para recordar las tiendas en las que vivían antes de entrar en la tierra prometida. Pero esta vez los peregrinos salen de casa sin Jesús. Él va luego secretamente, y aparece a la mitad de la fiesta.
La gente está dividida. “Es bueno”. “No, es un fraude”. ¿Cómo discernir si alguien está enseñando la verdad? Sobre todo, cuando los que están en autoridad le denuncian. Jesús da una respuesta definitiva a esta pregunta. Para llegar a saber si Jesús viene de Dios o no, ays que querer hacer la voluntad del Padre (v 17). Los jefes de los judíos rechazan a Jesús porque no se someten a la voluntad de Dios. Los que seguían a Jesús por el pan tampoco quieren hacer la voluntad de Dios. Por muchos estudios que uno tenga, la condición principal para distinguir la doctrina correcta es la disposición del corazón.
Encontramos reunido en el v 45 al Sanedrín, compuesto de los 70 gobernantes de Israel. El único que rompe una pequeña lanza por Jesús es nuestro amigo Nicodemo, el del c. 3. Luego veremos que tenía un aliado, José de Arimatea. Dos personas en 70. Cuando pongo 2/70 en mi hoja de cálculo me da un 2,8%. Si Jesús pudo ganar un 2,8% en medio de tan feroz oposición, pienso que el testimonio de una iglesia unida puede hacer lo mismo en cualquier ambiente.
¿Cuál es la condición para comprender la doctrina?

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