miércoles, 24 de junio de 2020

Lo que realmente eres(1 Juan 3)


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No es poca cosa que tú y yo seamos hijos de Dios (v 1). Esto quiere decir que nos ha limpiado de toda nuestra contaminación. Y que tenemos una relación especial con él. Y que viviremos con él por toda la eternidad. Y que somos sus representantes en la tierra. Y que todos sus demás hijos son nuestros hermanos.

A lo mejor tu vecino te miras y dice, "¿Ése es hijo de Dios? Pues, no se nota." No te preocupes, se va a notar. Primero en el trato que le das. Tu vecino irá sabiendo cómo es Dios por las las cualidades que demuestras. Somos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Además de eso, hay un evento cuando lo que tienes por dentro se verá por fuera. Aparecerá Jesús y seremos como él (v 2).

Ya en los Salmos se hablaba de esto: En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia, Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza (Salmo 17:15). La clave está en la vista. Nada más ver a Jesús seremos como él, porque le veremos tal como es.

La medida de esa semejanza está en lo que hemos crecido aquí mientras estábamos en este cuerpo, pasando tiempo con Dios, amando a nuestros hermanos y a nuestros enemigos, obedeciendo a Dios en cada detalle, meditando en la Palabra de Dios, que perdura para siempre. Ahora es el tiempo de purificarnos en preparación (v 3). Confesamos nuestros pecados y recibimos limpieza y perdón. Y el v 4 presenta el terrible contraste.

Aunque esto se cumple en el futuro, en el tiempo presente se puede identificar a los que son de Dios y los que no lo son. Esto se explica en el v 10.

Esto es el proceso que menciona Pablo en 2 Corintios 3:18, donde somos transformados. La palabra "transformar" es el griego, metamorfo-o. Igual que la mariposa, cuando lo interior se exterioriza.
Ahora no tenemos alas. Pero la oruga se transformará en mariposa.

No pierdas ningún detalle de este capítulo. Léelo con atención (son 4 minutos), y cada vez que lo vuelvas a leer, a ver si no te salen nuevos descubrimientos sobre Dios y tu relación con él.

3:1- Mirad cuánto nos ama el Padre, que se nos llama hijos de Dios, y lo somos. Por eso, los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a Dios. 2- Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque aún no se ha manifestado lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque le veremos tal como es.

3- Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma manera que Jesucristo es puro. 4- Todo el que peca comete maldad, porque el pecado es la maldad. 5- Ya sabéis que Jesucristo vino al mundo para quitar los pecados y que él no tiene pecado alguno. 6- Así pues, todo el que permanece unido a él no sigue pecando; pero nadie que peca lo ha visto ni lo ha conocido.

7- Hijitos míos, que nadie os engañe: el que practica la justicia es justo, como él es justo; 8- pero el que comete pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios: para deshacer lo hecho por el diablo. 9- Ninguno que sea hijo de Dios comete pecado, porque tiene la vida que Dios le ha dado; y no puede seguir pecando porque es hijo de Dios. 10- Se sabe quiénes son los hijos de Dios y quiénes son los hijos del diablo, porque quien no hace el bien o no ama a su hermano, no es de Dios.

2. El mandamiento del amor

11- Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. 12- No seamos como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Pues porque los hechos de Caín eran malos, y los de su hermano, buenos. 13- Hermanos míos, no os extrañéis si los que son del mundo os odian.

14- Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama, aún está muerto. 15- Todo el que odia a su hermano es un asesino, y vosotros sabéis que ningún asesino puede tener vida eterna en sí mismo. 16- Conocemos qué es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también, nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. 17- Si uno es rico y ve que su hermano necesita ayuda, pero no se la da, ¿cómo puede tener amor de Dios en su corazón? 18- Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente de palabra, sino que se demuestre con hechos.

Confianza delante de Dios

19- De esta manera sabremos que somos de la verdad y podremos sentirnos seguros delante de Dios. 20- Si nuestro corazón nos acusa de algo, Dios es más grande que nuestro corazón y lo sabe todo. 21- Queridos hermanos, si nuestro corazón no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios 22- y él nos dará todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

23- Y su mandamiento es que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros como él nos mandó. 24- Los que obedecen sus mandamientos viven en él, y él vive en ellos. Y en esto sabemos que él vive en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.


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