No es poca cosa que tú y yo seamos hijos de Dios (v 1). Esto quiere decir que nos ha limpiado de toda nuestra contaminación. Y que tenemos una relación especial con él. Y que viviremos con él por toda la eternidad. Y que somos sus representantes en la tierra. Y que todos sus demás hijos son nuestros hermanos.
A lo mejor tu vecino te miras y dice, "¿Ése es hijo de Dios? Pues, no se nota." No te preocupes, se va a notar. Primero en el trato que le das. Tu vecino irá sabiendo cómo es Dios por las las cualidades que demuestras. Somos partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Además de eso, hay un evento cuando lo que tienes por dentro se verá por fuera. Aparecerá Jesús y seremos como él (v 2).
Ya en los Salmos se hablaba de esto: En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia, Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza (Salmo 17:15). La clave está en la vista. Nada más ver a Jesús seremos como él, porque le veremos tal como es.
La medida de esa semejanza está en lo que hemos crecido aquí mientras estábamos en este cuerpo, pasando tiempo con Dios, amando a nuestros hermanos y a nuestros enemigos, obedeciendo a Dios en cada detalle, meditando en la Palabra de Dios, que perdura para siempre. Ahora es el tiempo de purificarnos en preparación (v 3). Confesamos nuestros pecados y recibimos limpieza y perdón. Y el v 4 presenta el terrible contraste.
Aunque esto se cumple en el futuro, en el tiempo presente se puede identificar a los que son de Dios y los que no lo son. Esto se explica en el v 10.
No pierdas ningún detalle de este capítulo. Léelo con atención (son 4 minutos), y cada vez que lo vuelvas a leer, a ver si no te salen nuevos descubrimientos sobre Dios y tu relación con él.
3:1-
Mirad cuánto nos ama el Padre, que se nos llama hijos de Dios, y lo
somos. Por eso, los que son del mundo no nos conocen, pues no han conocido a
Dios. 2- Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque aún no
se ha manifestado lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo
aparezca seremos como él, porque le veremos tal como es.
3-
Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, de la misma
manera que Jesucristo es puro. 4- Todo el que peca comete maldad, porque el
pecado es la maldad. 5- Ya sabéis que Jesucristo vino al mundo para
quitar los pecados y que él no tiene pecado alguno. 6- Así
pues, todo el que permanece unido a él no sigue pecando; pero nadie que peca lo
ha visto ni lo ha conocido.
7-
Hijitos míos, que nadie os engañe: el que practica la justicia es justo, como
él es justo; 8- pero el que comete pecado es del diablo, porque el diablo peca
desde el principio. Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios:
para deshacer lo hecho por el diablo. 9- Ninguno que sea hijo de
Dios comete pecado, porque tiene la vida que Dios le ha dado; y no puede seguir
pecando porque es hijo de Dios. 10- Se sabe quiénes son los hijos de Dios y
quiénes son los hijos del diablo, porque quien no hace el bien o no ama a su
hermano, no es de Dios.
2. El mandamiento del amor
11-
Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a
otros. 12- No seamos como Caín, que era del maligno y mató a su
hermano. ¿Y por qué lo mató? Pues porque los hechos de Caín eran malos, y los
de su hermano, buenos. 13- Hermanos míos, no os extrañéis si los que
son del mundo os odian.
14-
Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida, y lo sabemos porque
amamos a nuestros hermanos. El que no ama, aún está muerto. 15- Todo el que
odia a su hermano es un asesino, y vosotros sabéis que ningún
asesino puede tener vida eterna en sí mismo. 16- Conocemos qué es el amor
porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también, nosotros
debemos dar la vida por nuestros hermanos. 17- Si uno es rico y ve que su
hermano necesita ayuda, pero no se la da, ¿cómo puede tener amor de Dios en su
corazón? 18- Hijitos míos, que nuestro amor no sea solamente de palabra, sino
que se demuestre con hechos.
Confianza
delante de Dios
19-
De esta manera sabremos que somos de la verdad y podremos sentirnos seguros
delante de Dios. 20- Si nuestro corazón nos acusa de algo, Dios es más grande
que nuestro corazón y lo sabe todo. 21- Queridos
hermanos, si nuestro corazón no nos acusa, tenemos confianza delante de Dios
22- y él nos dará todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus
mandamientos y hacemos lo que le agrada.
23-
Y su mandamiento es que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a
otros como él nos mandó. 24- Los que obedecen sus mandamientos viven
en él, y él vive en ellos. Y en esto sabemos que él vive en nosotros: por el
Espíritu que nos ha dado.
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