lunes, 9 de marzo de 2020

Pablo sale de su vocación (Romanos 9)


En los capítulos 9-11 Pablo establece un fuerte vínculo entre el Evangelio (lo que Dios hace mediante Cristo) y lo que empezó en el Antiguo Testamento. A la vez vamos conociendo mejor a Pablo mismo mediante unas inserciones autobiográficos. El título que nos da la versión DHH a estos capítulos es

La Salvación de Israel.

  1. Los privilegios de Israel (9:1-13)
  2. La autonomía de Dios (9:14-29)
  3. Los judíos y el Evangelio (9:30-33)
  4. Israel y el Evangelio (10:1-21, el capítulo entero)
  5. Los designios de Dios (11:1-10)
  6. La salvación de los no judíos (11:11-24)
  7. La salvación final de Israel (11:25-36)

Pablo comienza con un testimonio personal que nos sirve de ejemplo de una manera especial. Dios le llamó para llevar el Evangelio a los no judíos. Pero nos confiesa que lleva una enorme carga sobre sus hombros y un dolor crónico en su corazón, la condición de su propio pueblo, Israel. Hace la lista de todos sus privilegios pero reconoce que los han rechazado. En vez de recibir la palabra de Dios con fe, la han confrontado con rebeldía.

He escuchado a Evangélicos hablar de sus familiares sin evidenciar esa preocupación que tenía Pablo. Un creyente me dijo, mi cuñado no tiene el menor interés en el Evangelio y vi que lo había descartado. Le dije, de todos modos vamos a casa de tu cuñado a ver cómo nos recibe. Fuimos, y la pareja nos abrieron las puertas semana tras semana, y no sólo se convirtieron, sino que llegó a pastorear una congregación

Algunos parece que ni siquiera se preocupan por sus propios hijos. Hay que aprender de este ejemplo de Pablo.

Dios es el alfarero y nosotros la arcilla (9:21). Podemos colaborar con él o no, pero en ningún caso criticarle. Nos está enseñando Pablo cómo tratar temas que no entendemos.

Al final de este capítulo Pablo nos recuerda que solamente por LA FE podemos ser auténtico pueblo de Dios, no por reglas o raza.

10. La salvación de Israel

Los privilegios de Israel


9:1- Como creyente que soy en Cristo, digo la verdad, no miento. Además, mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que esto es verdad: 2- siento una gran tristeza y en mi corazón tengo un dolor continuo, 3- y hasta querría estar yo mismo bajo maldición, separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi propia raza. 4- Son descendientes de Israel y Dios los adoptó como hijos. Dios estuvo entre ellos con su presencia gloriosa y les dio los pactos, la ley de Moisés, el culto y las promesas. 5- Son descendientes de nuestros antepasados; y de su raza, en cuanto a lo humano, vino el Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre. Amén. 

6- Pero no es que las promesas de Dios a Israel hayan quedado sin cumplir. Lo que sucede es que no todos los descendientes de Israel son verdadero pueblo de Israel 7- ni todos los descendientes de Abraham son verdaderamente sus hijos, sino que Dios le había dicho: “Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.” 8- Esto nos da a entender que nadie es hijo de Dios solamente por pertenecer a cierta raza; al contrario, solo quienes son hijos en cumplimiento de la promesa de Dios son considerados verdaderos descendientes. 9- Porque esta es la promesa que Dios hizo a Abraham: “Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo.” 

10- Pero eso no es todo. Los dos hijos de Rebeca lo fueron de un mismo padre, nuestro antepasado Isaac, 11- (11-13) y antes que ellos nacieran, cuando aún no habían hecho nada ni bueno ni malo, Dios anunció a Rebeca: “El mayor será siervo del menor.” Lo cual también está de acuerdo con la Escritura que dice: “Amé a Jacob y aborrecí a Esaú.” Así quedó confirmado el derecho que Dios tiene de escoger, de acuerdo con su propósito, a los que quiere llamar, sin tener en cuenta lo que hayan hecho.

La autonomía de Dios 

14- ¿Diremos por esto que Dios es injusto? ¡De ninguna manera! 15- Porque Dios dijo a Moisés: “Tendré misericordia de quien yo quiera tenerla y tendré compasión de quien bien me parezca.” 16- Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga compasión. 17- En la Escritura, Dios le dice al faraón: “Te hice rey precisamente para mostrar en ti mi poder, y para darme a conocer en toda la tierra.” 18- De modo que Dios tiene compasión de quien él quiere tenerla y endurece el corazón a quien quiere endurecérselo. 

19- Quizá tú me dirás: “Siendo así, ¿de qué va a culpar Dios al hombre, si nadie puede oponerse a su voluntad?” 20- Pero tú, hombre, ¿quién eres para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso la olla de barro le dirá al que la hizo: “Por qué me has hecho así”? 21- El alfarero tiene el poder de hacer lo que quiera con el barro, y de un mismo barro puede hacer una vasija para uso especial y otra para uso común. 

22- Pues bien, Dios, queriendo dar un ejemplo de castigo y mostrar su poder, soportó con mucha paciencia a aquellos que merecían el castigo e iban a ser destruidos. 23- Al mismo tiempo quiso dar a conocer en nosotros la grandeza de su gloria, pues tuvo compasión de nosotros y nos preparó de antemano para que tuviéramos parte en ella. 24- Así que Dios nos llamó, a unos de entre los judíos y a otros de entre los no judíos. 25- Como se dice en el libro de Oseas:

“A los que no eran mi pueblo, los llamaré pueblo mío; a la que no era amada, la llamaré amada mía.”

26- Y en el mismo lugar donde se les dijo:

‘Vosotros no sois mi pueblo’, serán llamados hijos del Dios viviente.”

27- En cuanto a los israelitas, Isaías dijo:

“Aunque los descendientes de Israel sean tan numerosos como la arena del mar, solamente un resto de ellos alcanzará la salvación, 28- porque muy pronto cumplirá plenamente el Señor su palabra en todo el mundo.”

29- Como el mismo Isaías había dicho antes:

“Si el Señor todopoderoso no nos hubiera dejado descendencia, ahora mismo estaríamos como Sodoma y Gomorra.”

Los judíos y el evangelio

30- ¿Qué diremos a esto? Que Dios, por medio de la fe, ha hecho justos a los paganos, que no buscaban la justicia. 31- En cambio, los israelitas, que querían basar su justicia en el cumplimiento de la ley, no lo consiguieron. 32- ¿Por qué? Pues porque basaban su justicia en sus propios hechos y no en la fe. Por eso tropezaron con aquella piedra de tropiezo 33- que se menciona en la Escritura:
“Yo pongo en Sión una roca, una piedra con la cual tropezarán; pero quien confíe en ella no quedará defraudado.

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