miércoles, 7 de noviembre de 2018

El profundo significado de las palabras


07-noviembre
Mateo 6:9-34 
Vosotros, pues, orad de esta manera: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10  "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.
11  "Danos hoy el pan nuestro de cada día.
12  "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.
13  "Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén."
14  Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, también vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros.
15  Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones.
16  Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
17  Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,
18  para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
19  No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban;
20  sino acumulaos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban;
21  porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
22  La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz.
23  Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!
24  Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
25  Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?
26  Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros de mucho más valor que ellas?
27  ¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?
28  Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan;
29  pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.
30  Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
31  Por tanto, no os preocupéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿con qué nos vestiremos?"
32  Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas estas cosas.
33  Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34  Por tanto, no os preocupéis por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástele a cada día sus propios problemas.


Se trata probablemente del texto bíblico mejor conocido en España: Padre nuestro que estás en los cielos. Piensa en cada palabra muy despacio. Los judíos no acostumbraban a llamar a Dios Padre. Jesús, que corrigió a José y María cuando tenía 12 años, en ese momento ya estaba relacionado con su auténtico Padre, cuando dijo “¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” Aquí nos invita a refugiarnos en un Padre cuyo amor es infinito, que no se equivoca y que sólo piensa en nuestro bien. Tenemos un auténtico Papá, un padrazo.
Creo que no pasa ningún día sin que yo recurra a esta oración. Si he metido la pata y no veo la solución, Dios sí la tiene. Si me veo sobrecargado, a mi Papá no le faltan recursos. Todo es debido a que no sólo nos ama infinitamente, sino a su ubicación. Es el Papá que está en los cielos. El suyo no es un amor de sentimientos, pero sin potencia. Dios reina desde los cielos. Todo está bajo su control. No hay ninguna amenaza que él no pueda contestar. No puedo cometer ningún fallo que él no pueda perdonar y arreglar. Por eso esas seis palabras son para mí un motivo de alivio y de fuerza en cualquier situación. Padre nuestro que estás en los cielos.


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