Aperitivo Colosenses 2:1-7
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En su libro Mein Kampf (Mi Lucha), Adolfo Hitler quiso ganar simpatía por su causa Nazi. Tenía la intención de que su batalla personal fuese compartida por millones de personas. Al contrario de Hitler, que obró a base de odio, Pablo nos habla de una lucha, pero con el fin de que estemos unidos en amor (Colosenses 2:2).
Es posible que alguien de la iglesia de Colosas dudase de la sinceridad de Pablo en la carta que les escribe. Parece que estos creyentes y Pablo no se conocen personalmente. ¿Qué derecho tiene, entonces, Pablo, de corregir sus faltas? Él aclara que esta epístola no es un ejercicio literario, sino que una parte de su gran lucha a favor de todos los creyentes entre los gentiles, aunque no hayan tenido el gusto de conocerse. Su apostolado se hace extensivo a las sucesivas generaciones de iglesias que se han levantado, no solo por el ministerio de Pablo, sino por alumnos suyos como Epafras (4:12).
No hace falta ser el Apóstol a los Gentiles para sostener una gran lucha a favor de alguien. Recuerdo cuando yo pasaba por tiempos de gran dificultad, como mi madre me afirmaba. Ella temía que yo pudiera perder mi confianza en Dios, debido al mal testimonio de algunos creyentes. Posiblemente conozcas a alguien que necesita que se le recuerde la exhortación del v 6, Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él.
Te lo agradecerán. Es una lucha. Este capítulo nos da todo un arsenal de recursos para ayudar a personas que flaquean. Las advertencias que valían en el primer siglo valen también en el 21.
¿A quien llamo hoy para fortalecerle en su lucha?
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