Aperitivo Filipenses 4:1-4
Menú completo Filipenses 3 y 4
Ahora llega Pablo a un tema que le hace llorar. No llora su prisión, ni tampoco las injusticias que sufre por parte de colegas (c 1) sino la amenaza que ve para la iglesia (3:17). Hay muchas personas que quieren pervertir a la iglesia, rebajándola de un reflejo del cielo a un eco de valores terrenales.
¿Cómo es, entonces, que Pablo manda a la iglesia regocijarse (4:4)? ¿Cómo es que ellos sean para él motivo de gozo cuando él va embargado de tanta tristeza? ¿Cómo es que él introduce esta sección diciendo, Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor? Pablo no ha perdido el juicio bajo el peso de tanta responsabilidad y tanto dolor. Al contrario, su concepto de la realidad nunca ha sido más claro. Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas. (3:20, 21). Cuando los sentimientos del apóstol llegan a su punto más bajo, de repente él echa mano, no a un clavo ardiendo, sino a una fuerza sólida.
Me pongo en el lugar de Pablo. Encarcelado injustamente, no puede hacer nada para proteger a su hijos del mal que cierne sobre ellos, se encuentra en una situación deprimente. Pero el cielo para él es tan real, que está deseando llegar (1:23). Por eso puede decir, cuando las cosas abruman demasiado, Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor (3:1). Es necesario que lleguemos a este convencimiento, porque es algo que siempre funciona.
A que es fácil olvidar que Dios está en control; es fácil olvidar también que nuestro lugar con Dios está asegurado. La solución está en sumergirnos en textos como este y asimilar la actitud de gratitud y de gozo que practica Pablo.
¿Por qué no me gozo más en el Señor?
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