Vitaminas 1 Cor 9:12-15
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Bien se ha dicho que la única forma de que no te critiquen es no haciendo nada. Me acuerdo de un lugar donde yo trabajaba en el bosque canadiense, donde había un grupo de personas a quienes no les gustaba la comida. El jefe se buscó un nuevo cocinero que ponía platos como si fuera un restaurante de primera. Cuando las mismas personas seguían quejándose me di cuenta que su actitud no tenía nada que ver con la comida sino que era algo en ellos. Tenían que criticar por costumbre para encontrarse a gusto.
En nuestra lectura de 1 Corintios encontramos que en la ciudad de Corinto había también personas así. Su única satisfacción en la vida la encuentran buscando fallos en los demás, sobre todo en los que tienen autoridad de parte de Dios.
En el caso de Pablo era fácil buscar “fallos” porque como vimos en la lectura de ayer él practicaba el amor a los hermanos por encima del conocimiento. Así que le critican de débil, de inferior, porque no utiliza todos sus derechos.
Éstos dicen, “Si Pablo tuviese tanta autoridad, se vería en su forma de comportarse. Pero mira, el hombre ni se atreve a cobrar sus servicios. Y no es como los auténticos apóstoles que tienen una hermosa familia. Es un hombre insignificante”.
Veremos en nuestra lectura de las dos epístolas a los corintios que a Pablo no le gusta tener que defenderse. Lo hace para que el evangelio no sea despreciado. Ahora les recuerda que por su predicación han conocido el evangelio. A él le deben el hecho de conocer la verdad. Parece imposible que hayan olvidado eso, pero parece que hay quien vive para criticar.
¿Practico el reconocimiento de los que Dios ha usado en mi vida?
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