sábado, 5 de febrero de 2011

Abriendo el apetito

Vitaminas   Romanos 2:1-10
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A veces ofrecemos algo maravilloso a alguien y resulta que no lo quiere. Jesús habló de no echar perlas delante de los cerdos. Pero puede que la culpa sea nuestra. A veces he querido dar a las ovejas una comida que sé que les va a gustar pero no me la toman de la mano. Están acostumbradas a comer del suelo o del comedero. Yo podría decir, “Ovejas tontas, no lo queréis, así que vais a pasar hambre.” Pero si me preocupo por ellas voy a buscar la manera de que puedan disfrutar.
Pablo está ofreciendo el evangelio, el gran regalo de Dios. Pero hay personas incapaces de entender que Dios pueda regalar algo. Para que este regalo no sea rechazado Pablo bajo la dirección de Dios va por partes. Para abrir el apetito habla de un premio, vida eterna para los que hacen el bien (2:7). Esto casi suena a salvarse por buenas obras pero Pablo sólo está empezando. Hay que leer el libro entero. Una vez captada nuestra atención, nos permite experimentar la desilusión de saber que nadie tiene méritos suficientes.
A veces hay que pasar hambre antes de estar dispuestos a probar bocado. A veces hay que sentir mucha necesidad antes de pedir ayuda. Lo que hace Pablo es lo que hacía Juan Bautista. Es lo que siempre tiene que suceder en preparación para la aceptación del evangelio. Tenemos que darnos cuenta que somos pecadores y que hemos ofendido a Dios y que no tenemos esperanza. Sin embargo hay un gran rechazo hacia el reconocimiento de pecado. El gran reto para nuestro tiempo es cómo abrir el apetito.
¿Cómo les voy a abrir el apetito a mis amigos para que deseen la salvación?

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