Aperitivo 2
Pedro 2:9-11
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Pedro 2
Pedro ahora se vuelve profeta y pinta una escena de lo más
desoladora. Habla de maestros en la iglesia que practican el libertinaje y
arrastran a muchos creyentes detrás de ellos. Tienen los ojos llenos de
adulterio, están habituados a la codicia, y son hijos de maldición.
Aunque tamañas tragedias pueden ocurrir en cualquier época,
podemos notar ciertos momentos históricos cuando estos detalles eran la norma.
Me vienen a la mente los tiempos de los Medici, cuando el predicador Savanarola
fue quemado por anunciar la verdad y denunciar el papado y todo su séquito. Ha
habido sectas en nuestro tiempo como los Niños de Dios, que seguían al que
antes había sido un predicador evangélico y que llevó a multitud de jóvenes a la
prostitución masiva.
En medio de esta desgarradora descripción nos da Pedro una
promesa sólida: “El Señor sabe librar” (v 9). Lot fue librado por ángeles de la
inmundicia de Sodoma (incluso reconociendo que él tampoco fue un testimonio
brillante).
En todo tiempo Dios tiene escondidos a los suyos, que son
los que no se dejan arrastrar. El Señor ha dado su garantía personal y ha
puesto salvaguardas, para no tener que repetir el castigo universal del
diluvio. Primero eligió a Abraham por dar una garantía de continuidad (Gén
18:19). Luego con el establecimiento de la iglesia entre todas las razas, el
Espíritu Santo va cuidando de que la luz del evangelio no se ahogue, sino que
en algún lugar se mantenga una llamita, por tenue que sea.
En el siguiente capítulo veremos de lo que es capaz la
paciencia de Dios por amor a esta humanidad rebelde.
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