Texto de la semana Juan 10:1-18
Menú completo de hoy Juan 13
Hemos visto la especial relación de amor entre el Padre y el Hijo, y que también nosotros somos objeto de este amor. Pero la cadena de amor no termina con el amor de Dios hacia nosotros. Jesús dijo, Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros (Juan 13:34,35).
¿Se puede tomar en serio la idea de amar así a personas que no son de nuestra familia, y que quizá no correspondan a nuestra amistad? ¿El amor del Buen Pastor, que su vida da por las ovejas? Imagínate el efecto entre todos los cristianos si el ejemplo que pone Jesús formara parte de nuestra mentalidad.
En primer lugar los amó hasta el fin (13:1). Como dice en 1 Corintios 13, El amor nunca deja de ser. Jesús, en el momento en que su mente se ocupa del poder que se centra en su persona (Juan 13:3), se levanta de la cena, quita su manto, y adopta el atavío y la actividad de un criado. Esto es el amor con que nos hemos de amar los unos a los otros.
Jesús no pierde categoría cuando les lava los pies a los discípulos. A lo mejor pensaríamos, “Si me humillo así, se van a acostumbrar a que les dé este trato siempre.” El lavarle los pies a un hermano (o sacar la basura, u ofrecerle el manjar más suculento), forma parte del mismo milagro de Juan 12:24-26. Es la sepultura de la semilla, lo que garantiza su resurrección y multiplicación.
Lo que Jesús hizo como ejemplo dramático, lo recomienda como práctica continua, como actitud fija entre creyentes. Parece que no hay que preocuparse de que alguien se aproveche de nuestra “servicialidad”.
¿Cómo empiezo a formar esta actitud?
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