sábado, 13 de febrero de 2010

¡Peligro!


    El decir “Hechos 13” me enciende una chispa. En primer lugar, tenemos el comienzo del ministerio de Pablo mientras ministran al Señor. (v 2) Luego, en ese primer viaje de Pablo y Bernabé hay un texto , que es un enorme reto a cualquier persona que comunica el evangelio, creyeron cuantos estaban ordenados a vida eterna (v 48). Cada lectura del capítulo trae una meditación nueva. Esta vez me llama la atención la descripción que da Pablo en su predicación, de la gente privilegiada en Jerusalén, que no reconocieron a Jesús ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo (v 27). Es como él dice en 2 Corintios 3:15, Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Es como el evangelio que se lee todos los días en la misa, y muchas personas salen a la calle sin haberse acercado a Dios. Es como dos jóvenes que entrevisté . Habían “hecho una decisión de seguir a Cristo” respondiendo a una invitación pública pero era obvio que su comprensión del evangelio de la gracia era nula. Es posible tener acceso a la Palabra de Dios, sin que ella tenga acceso a nuestro corazón. Los que crucificaron a Cristo eran los que tenían que haberle recibido como rey. 
    Por eso advierte Pablo en el v 40, Tened cuidado. El manejar la Palabra de Dios y estar familiarizado con su contenido no representa ninguna garantía en contra de llegar a ser burladores (v 44). Gran parte de los mismos oyentes acabaron blasfemando y oponiéndose a la obra de Dios. Para aprovechar el conocimiento que tenemos hay que formar parte de lo que Dios está haciendo, permitir que produzca sus cambios en nosotros.
¿En que forma se puede perder el privilegio de haber recibido la Palabra de Dios?

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