sábado, 27 de febrero de 2010

Cuando Dios lleva el timón


    Por fin acompañamos a Pablo, juntamente con su amigo el doctor Lucas, en el viaje que le llevará a Roma. En el v 2 embarcan desde Cesarea, y en el v 44, abandonando el barco naufragado, llegan como pueden, a la isla de Malta. Encontramos frases como, los vientos eran contrarioscosteándola con dificultad, la navegación se había vuelto peligrosa, sopló un viento huracanado. Dos veces dice, nos dejamos llevar a la deriva.
    Una vez más las apariencias engañan. Tu vida puede parecer un huracán. O puede que todo vaya muy lentamente (v 7). Pero la ruta y el calendario están bajo el estricto control de Dios. Posiblemente los que aparentemente están en control hacen caso a malos consejos (v 11). Pero si tú eres el que está en contacto con Dios como lo estaba Pablo, podrás ponerte en pie y decir, os exhorto a tener buen ánimo (v 22). O puedes animarte a ti mismo como el del Salmo 42, ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia.
    Cuando Hudson Taylor llevaba su primer grupo de misioneros a China, el velero en que viajaban estaba a punto de ser destrozado por el viento. Los marineros, cansados y con miedo, se negaron a seguir trabajando. Cuando el capitán se dirigió hacia ellos revólver en mano, Taylor, que había estado orando, se interpuso diciendo, no hagas uso de la fuerza. A los marineros dijo, Creo que Dios nos salvará de esto, y así fue.
¿Traigo la presencia de Dios a mi situación?

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