miércoles, 23 de diciembre de 2009

Meta a la Vista

Lectura cronológica 83 en los evangelios
Juan 12:20-50

     Se podría decir que la Campaña de Galilea terminó con la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén como rey, montado sobre un burro y rodeado de miles de galileos, y que a partir de ese momento comienzan las preparaciones para la toma de Jerusalén, que se iniciará el Día de Pentecostés. Mientras tanto, Jesús se centra cada vez más en su obra mayor, el sacrifico por nuestros pecados. Se le ve en esta actitud con la llegada de los griegos que quieren verle. El Rey ya no despacha porque es la hora de su entrega. Se siente angustiado, incluso formula esta oración de Getsemaní, Padre sálvame de esta hora. Los presentes tienen el privilegio de escuchar al Hijo dirigiéndose al Padre y pidiendo que glorifique su nombre, y escuchar la respuesta del Padre, diciendo que ya lo ha glorificado y que lo volverá a hacer.
     Como siempre hay gente con el oído más afinado para escuchar las cosas espirituales. Para algunos nos es más que un trueno; para otros es la voz de un ángel. Podríamos preguntar qué quiere decir Jesús cuando dice si soy levantado atraeré a todos a mi mismo? Es una afirmación audaz. ¿Todos van a ser atraídos a Jesús? A continuación Juan explica que él decía esto para indicar de qué clase de muerte iba a morir. Y la gente le entiende. Porque se dan cuenta que si va a ser levantando, entonces no permanecerá para siempre. Y con la contestación que da Jesús le vemos haciendo lo mismo que hace con otras preguntas en este capítulo: profundiza en el tema, sin dar una respuesta directa. La gente de Jerusalén que le escucha tendrá que meditar en estas palabras y a lo mejor cuando llegue el día del Espíritu Santo alguno de ellos se dará cuenta que han escuchado a su Mesías y se entregará a él. Entre los que creen (v 46) hay muchos de la clase dirigente, pero la influencia más fuerte en su vida es el qué dirán. Entonces Jesús busca la oportunidad para seguir hablando de la luz, y la seriedad de rechazarla.
     Y el último versículo nos deja un pensamiento para nuestra meditación. El mandamiento es vida eterna. Esto nos recuerda un mandamiento que dio Jesús, de que trabajemos, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna (Juan 6:27).

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