viernes, 27 de agosto de 2021

Un niño inquieto

Deuteronomio 16-18 

    Me estoy imaginando al niño David a la hora de comer. Sentados a la mesa están sus 7 hermanos mayores y sus hermanas. Acaban de regresar de la fiesta anual de la Pascua (Deuteronomio 16:1). El niño pequeño está lleno de preguntas: ¿qué significa el cordero? ¿y el pan sin levadura? El padre sabe cuál es su responsabilidad: Graba en tu mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes (Deuteronomio 6:6-7). El niño prosigue (y sus hermanos se impacientan): ¿Cómo se sabe todo eso? "Todo está en el libro", dice el padre. El niño David queda boquiabierto. ¡Un libro! Así que, todo eso se puede leer. Y le entran unas ganas enormes de conocer ese libro. 

    "Tendrás que esperar" le dice su padre. "El libro lo lee el sacerdote para todo el pueblo cada siete años (Deuteronomio 31:10). Faltan algunos años todavía." David se informa de la fecha de esa fiesta grande donde se lee el libro, y comienza la cuenta atrás. Llega el día. Desde la madrugada hasta la tarde están escuchando la historia de Moisés y el pueblo. Y el padre de David pensando, Oh-Oh. ¡Qué cantidad de preguntas vamos a tener ahora! 

    David se fija en un cosa: Hay 2 personas que pueden tener su propia copia de ese libro: el sacerdote y el rey cuando lo haya (Deuteronomio 17:18). A partir de ese momento la vida de David queda orientada hacia una cosa: conocer a ese Dios y ese libro. Y se resetea la cuenta atrás para escucharlo cuando pasen siete años más. 

    Cuando leemos el Salmo 119, que en casi cada uno de sus 178 versículos hace referencia a la Palabra de Dios, vemos hasta qué punto esa amor hacia la Palabra de Dios produjo fruto en la vida de ese niño.

    Nosotros no tenemos que esperar 7 años. Podemos sacar el móvil y en unos segundos estar leyendo el libro que tanto deseo despertaba en David y tanto éxito le trajo. Podemos leer ahora mismo 3 de los capítulos que hablan de esas fiestas anuales y el plan de Dios para su pueblo, Deuteronomio 16-18, y las advertencias para los reyes y el Gran Profeta que iba a venir (Deuteronomio 18:15), quien recibirá el título de El Verbo, la Palabra de Dios. 


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