Pablo tiene un plan. Ha visto que Dios va dando 2 cosas en todos los sitios donde presenta el Evangelio: muchas conversiones y muchas persecuciones, es decir, muchas bendiciones. Empezó con un pequeño círculo de ciudades en el primer viaje. En éste, el segundo, su plan es ampliar. Con el ojo puesto en Roma y en España, quiere reclamar para Jesús el territorio entremedio. De modo que quiere hacer su cosecha espiritual en la provincia romana de Asia, que está en el territorio que hoy ocupa Turquía (no el Asia de lejano oriente). La principal ciudad es Éfeso. Le vemos aquí en en el 16:6 frustrado porque Dios no aprueba su plan. Al final se aclara, no es Turquía, sino Grecia. Iglesias establecidas en varias ciudades.
Dios no sólo tiene derecho a cambiar tus planes, sino también a decírtelo en el momento que le parezca bien. Primero él aclara tu vocación, como hizo con Pablo en Hechos 13. Luego te va guiando paso por paso trayendo bendición a los que vas conociendo.
Al comienzo de este viaje Pablo encuentra al que será su aprendiz y compañero de toda la vida, Timoteo. ¿Por qué le circuncida, si acaba de ganar la batalla contra los judaizantes? Pues, Timoteo ha seguido la fe judía de su madre y es conocido en esos círculos. Así le respetarán más.
El plan de Dios incluye para Pablo y Silas la cárcel y una paliza. Todo ello lo considera como un sello de su apostolado.
¿Sabes de memoria Hechos 16:31?
Timoteo, compañero de Pablo y Silas
16:1- Pablo llegó
a Derbe y Listra, donde había un creyente llamado Timoteo, hijo de una mujer
judía creyente y de padre griego. 2- Los hermanos de Listra y de Iconio
hablaban bien de él. 3- Pablo quiso que Timoteo le acompañase, pero antes le
hizo circuncidar para que no se ofendieran los judíos que vivían en aquellos
lugares, ya que todos sabían que el padre de Timoteo era griego. 4- En todos
los pueblos por donde pasaban, comunicaban a los hermanos las instrucciones
dadas por los apóstoles y los ancianos de la iglesia de Jerusalén, y les
recomendaban que las guardasen. 5- Así que las iglesias se afirmaban en la fe y
el número de creyentes aumentaba de día en día.
Una visión de Pablo
6- Como el
Espíritu Santo no les permitió anunciar el mensaje en la provincia de Asia,
atravesaron la región de Frigia y Galacia, 7- y llegaron a la frontera de
Misia. Desde allí pensaban entrar en la región de Bitinia, pero el Espíritu de
Jesús tampoco se lo permitió. 8- Así que, pasando de largo por Misia, bajaron
hasta el puerto de Tróade. 9- Aquí Pablo tuvo de noche una visión: vio a un
hombre de la región de Macedonia que, puesto en pie, le rogaba: “Pasa a
Macedonia y ayúdanos.” 10- Inmediatamente después de haber tenido Pablo aquella
visión preparamos el viaje a Macedonia, seguros de que Dios nos estaba llamando
para anunciar allí las buenas noticias.
La predicación en Filipos
11- Nos
embarcamos, pues, en Tróade y fuimos directamente a la isla de Samotracia, y al
día siguiente navegamos a Neápolis. 12- Después nos dirigimos a Filipos, que es
una colonia romana y la ciudad más importante de aquella parte de Macedonia; y
allí nos quedamos varios días. 13- Un sábado, pensando que en las afueras de la
ciudad, junto al río, tendrían los judíos un lugar de oración, fuimos allá; y
nos sentamos y hablamos del evangelio a las mujeres que se habían reunido. 14- Una
de ellas se llamaba Lidia; procedía de la ciudad de Tiatira y era vendedora de
telas finas de púrpura. A esta mujer, que adoraba a Dios, el Señor la movió a
poner toda su atención en lo que Pablo decía. 15- Fue bautizada junto con toda
su familia, y después nos rogó:
–Si pensáis que de veras soy creyente en el Señor, venid
a alojaros en mi casa.
Y nos obligó a quedarnos. 16- Una día, cuando íbamos al
lugar de oración, salió a nuestro encuentro una muchacha poseída por un
espíritu de adivinación. Era una esclava, que con sus adivinaciones daba a
ganar mucho dinero a sus amos. 17- Aquella muchacha comenzó a seguirnos a Pablo
y a nosotros, gritando:
–¡Estos hombres son servidores del Dios altísimo y os
anuncian el camino de salvación! 18- Así lo hizo durante muchos días, hasta que
Pablo, ya molesto, terminó por volverse y decir al espíritu que la poseía:
–¡En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de
ella!
En aquel mismo momento, el espíritu la dejó. 19- Pero los
amos de la muchacha, viendo perdidas sus esperanzas de seguir ganando dinero
con ella, cogieron a Pablo y a Silas y los llevaron ante las autoridades, a la
plaza principal. 20- Los presentaron a los jueces, diciendo:
–Estos judíos están alborotando nuestra ciudad 21- y
enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos
romanos. 22- Entonces la gente se levantó contra ellos, y los jueces ordenaron
que les quitaran la ropa y los azotaran con varas. 23- Después de haberlos
azotado mucho, los metieron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los
vigilase con el mayor cuidado. 24- Recibida esta orden, el carcelero los metió
en el lugar más profundo de la cárcel y les sujetó los pies en el cepo. 25- Alrededor
de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los
demás presos les estaban escuchando, 26- hubo un repentino temblor de tierra,
tan violento que sacudió los cimientos de la cárcel. Al momento se abrieron
todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas. 27- Con
esto despertó el carcelero, que, al ver abiertas las puertas de la cárcel, sacó
su espada para matarse, pensando que los presos habían huido. 28- Pero Pablo le
gritó:
–¡No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí! 29- Entonces
el carcelero pidió una luz, entró corriendo y, temblando de miedo, se echó a
los pies de Pablo y Silas. 30- Luego los sacó y les preguntó:
–Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? 31- Ellos
contestaron:
–Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia. 32-
Y hablaron del mensaje del Señor a él y a todos los de su casa. 33- A aquella
misma hora de la noche, el carcelero les lavó las heridas, y luego él y toda su
familia fueron bautizados. 34- Los llevó después a su casa y les dio de comer;
y él y su familia estaban muy contentos por haber creído en Dios. 35- Por la
mañana, los jueces mandaron unos guardias al carcelero con orden de poner en
libertad a Pablo y Silas. 36- El carcelero dijo a Pablo:
–Los jueces me han ordenado que os suelte, así que ya
podéis iros. 37- Pero Pablo dijo a los guardias:
–A
nosotros, que siendo ciudadanos romanos nos han azotado públicamente sin
habernos juzgado, y nos han metido en la cárcel, ¿quieren ahora ponernos a
escondidas en libertad? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos! 38- Los
guardias comunicaron estas palabras a los jueces, que se asustaron al oir que se
trataba de ciudadanos romanos. 39- Entonces fueron a disculparse ante Pablo y
Silas, y los sacaron y les rogaron que se marcharan de la ciudad. 40- Al salir
de la cárcel, Pablo y Silas se dirigieron a casa de Lidia, y después de ver a
los hermanos y animarlos, se fueron de allí.
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