Aperitivo (Lectura mínima) 1 Pedro 3:1-13
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Pedro 3
Nuestro testimonio ante la sociedad, sometiéndonos a toda
institución humana (1 Pedro 2:13) encierra un principio importante: cuando nos
sometemos, abrimos la posibilidad de que Dios obre. Hemos escuchado
maravillosos testimonios de esposas cuyos maridos han sido ganados para el
evangelio después de un largo tiempo de resistir la influencia de Dios. La clave
ha sido el amor incondicional de la esposa. Ellas no han predicado a sus
maridos, no han exigido, sino que han practicado la sumisión y el respeto que
vemos en 1 Pedro 3:1,2. Tampoco han sido un felpudo. La persona que sabe que es
hija de Dios y conoce el amor de Dios tiene una autoestima admirable. Esta
confianza es irresistible y obliga a los demás a respetarnos.
Creo que algo así tenían Nelson Mandela cuando estaba en la
cárcel en Sudáfrica. Los funcionarios blancos, a la fuerza, le llamaban el
señor Mandela.
Todos los maridos creyentes han de darse cuenta de una cosa:
están puestos para proteger a su esposa de los golpes que puedan agredirla.
Ella es el vaso frágil. Las amenazas exteriores, a lo mejor al marido no le
asustan, pero ella necesita saber que él está allí para ella. Esto no se
consigue mediante la bravuconería, sino mediante la sabiduría. Hay que vivir
con ellas sabiamente (v 7). Cada reto a la armonía matrimonial, a la seguridad
de los hijos, a la estabilidad económica, es una oportunidad para consultar con
otros creyentes con experiencia, examinar principios bíblicos y tomar
decisiones que servirán para afirmar nuestro matrimonio. Pedro cuenta con que
cada matrimonio cristiano aproveche al máximo la oportunidad de orar juntos. El
saber que Dios nos escucha (v 12) da a nuestro matrimonio una enorme firmeza.
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