Aperitivo Hebreos 4:14-16
Menú completo Hebreos 3 y 4
Para los judíos el sacerdote representaba al pueblo delante de Dios y hablaba al pueblo de parte de Dios. Pablo, en sus epístolas, que acabamos de leer (Romanos a Filemón) no usa ni una sola vez la palabra sacerdote, mientras en Hebreos se menciona 30 veces. Pablo, aunque cita masivamente del Antiguo Testamento, es el apóstol a los gentiles, gente no conocedora del sistema levítico. La carta a los hebreos, sin embargo, toma en cuenta que se trata de personas familiarizadas con el sacerdocio. La presencia de un sacerdote con su vestimenta especial puede ser muy reconfortante. Da seguridad. Él se ocupará de nuestra relación con Dios. Entrará en el lugar santísimo y conseguirá nuestro perdón.
Pero ahora ¿quién se va a acercar a la presencia de Dios? Acerquémonos pues, nosotros (Hebreos 4:16). Nuestro sumo sacerdote, Jesús, abrió un camino a la presencia de Dios, de tal manera que hay acceso permanente. Ahora cuando ves a alguien que se descamina, te toca a ti corregirle (3:13).
Y ¡qué fácil es apartarse del camino! Unos fabricantes de jamones empezaban a vender a unos intermediarios que se habían establecido en su zona. Los intermediarios tenían un enorme almacén y un trato exquisito con los fabricantes y al principio pagaban al contado. Un día hacen un pedido muy grande y ofrecen un pagaré. Es una gran oportunidad para el fabricante pero son timadores y no pagarán. En ese momento el fabricante necesita a alguien que le exhorte, “No seas avaricioso, no te fíes tanto”. Así es de engañoso el pecado (3:13). Nos ofrece beneficios que nunca serán nuestros. Nosotros tenemos la responsabilidad los unos por los otros, de exhortarnos unos a otros cada día. Jesús es nuestro sumo sacerdote, y tú y yo participamos en su sacerdocio.
¿A quién he exhortado hoy?
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