Leyendo en un mes el libro de los Hechos de los Apóstoles,
Cuando una joven deja de tener a su madre al lado y, recién casada, se encarga del hogar, está poniendo a prueba dos cosas: su propia capacidad de ser ama de casa, y la preparación que le dio su madre. Tenemos algo parecido cuando Jesús deja a sus seguidores con la responsabilidad de seguir con la obra que él empezó. Es cierto que Jesús ha dicho, Estoy con vosotros siempre (Mateo 28:20), pero en la escena que vemos aquí, Jesús se va. Ellos se quedaron mirando fijamente al cielo mientras él se alejaba (Hechos 1:10, Biblia Al Día). ¿Serán capaces de cumplir con el propósito de Jesús, de que este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin (Mt 24:14)?
¿Te has fijado en el saludo de los ángeles? Galileos. Son paisanos de Jesús, que bajo su dirección han evangelizado su propia provincia, y ahora por mandato de Jesús tienen la tarea (Hechos 1:8) de establecer su sede en Jerusalén y no parar hasta que el planeta haya conocido su mensaje. Lo único que aportan los ángeles es lo que ya saben, que Jesús volverá. Se dirigen entonces a su tarea, que de momento es la oración (v 14).
¿Por qué piensa Pedro que hay que elegir otro apóstol? Posiblemente se está dando cuenta de la envergadura de la tarea que tienen por delante. Cuando se estableció el pueblo de Israel, era mediante los 12 patriarcas. Ahora contempla la nueva nación santa (1 Pedro 2:9), cuyos cimientos conformarán los 12 apóstoles (Apocalipsis 21:14).
Desde el punto de vista del mundo no tienen nada, sobre todo con la desaparición de su líder, Jesús. Pero dentro de los planes de Dios todo marcha: oración, unidad, visión clara.
¿Cómo inauguramos movimientos nuevos?
¡El plan de Dios se ha cumplido! Él preparó el guión y el escenario para que nosotros, los discípulos de todos los tiempos - participantes en su Reino, sigamos con la obra de salvación de perdidos, de servicio y rescate por muchos, de ofrecer la vida en abundancia, de destrucción de las obras de Satanás (Ef.6). ¡Qué privilegio, qué bendición, y qué responsabilidad!
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