Cada vez que leo esta historia en Hechos 3, me acuerdo de aquel Papa que dijo que ya no podemos decir como Pedro, No tengo plata ni oro. Y le contestaba su acompañante, Tampoco tenemos ese poder. A continuación pienso en tantas veces, incluyendo esta semana, cuando hemos dicho, Si tuviésemos más dinero, podríamos hacer tantas cosas para el Señor. ¡Qué difícil es ordenar nuestras prioridades!
Pedro, en sus 3 años de andar con Jesús, aprendió que el presupuesto económico no es el punto de arranque en los proyectos de Dios. En nuestro caso puede que sea un sustituto del poder que nos falta. Todos los hombres que conocen el poder del Espíritu Santo y consiguen grandes cosas para Dios, lo hacen mediante la confianza en las Escrituras. El día de Pentecostés Pedro comenzó con el profeta Joel. Aquí, aprovechando la presencia de la multitud atraída por el milagro, dice que Dios ha cumplido así lo que antes había anunciado por boca de todos sus profetas (v 18). La cuestión para los cristianos del siglo 21 es si hay alguna promesa que Dios quiere cumplir en nuestro tiempo.
Cuando oía hablar de Jorge Muller, quien dio cobijo a cientos de huérfanos sin ningún apoyo económico, me impresionó su gran compasión. Pero luego, leyendo su historia, me di cuenta que él aceptó otro reto. En la Inglaterra del siglo 19 le molestaba que tantos creyentes pensaran que sin dinero no se puede hacer nada. Cuando leyó en la Biblia que Dios es el padre de los huérfanos, decidió ponerle a prueba. Luego me di cuenta también que donaba enormes cantidades a la obra misionera de Hudson Taylor en China. Sin recursos propios y sin pedir a nadie.
Este cojo era conocido por la gente que le habían visto pedir en el templo. No lo había sanado Jesús cuando él iba allí. Lo dejó para Pedro.
¿Me ha dejado Dios algún reto para usar su poder?
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