viernes, 5 de febrero de 2010

Dos formas de usar el dinero


    Debido a que este capítulo empieza con la palabra pero, debemos ver lo que viene antes. Tenemos una pequeña historia de un hombre llamado José. Es un tiempo de abundante gracia en la iglesia (4:34). Tanto, que nadie pasa hambre porque los que tienen propiedades las venden para comprar comida. Mi amigo Juan, pastor gitano, explica esto diciendo que los apóstoles se equivocaron porque pensaban que Jesús venía pronto y por eso la gente vendían sus fincas. ¿Se puede equivocar uno pensando que Jesús viene pronto?
    Entra José (¿Le llamamos Pepe? No, porque sus hermanos le ponen otro mote como veremos.) La gente de Chipre que vive en Jerusalén negocian entre sí sus propiedades, y José encuentra un comprador. Nada más cobrar, va y deposita la cantidad total a los pies de los apóstoles. Por eso le llaman Bernabé, Hijo de Consolación. 
    Ananías y Safira deciden hacer lo mismo, pero con una variante. Van a vender también una finca y van a traer una parte a los apóstoles. Hasta allí bien, porque ningún estatuto de la iglesia prohíbe la propiedad privada. Todo lo que hacen es voluntario. Pero cometen algo que no está bien, una tontería. Se ponen de acuerdo en que van a afirmar que no les queda dinero. Dejo a tu imaginación el motivo de hacer algo tan ridículo. ¿Será que lo que quieren es aplauso? Pedro les explica que lo único malo que han hecho es mentir (v 4). Un pecado tan insignificante que los dos tienen que morir para que los demás se escarmienten.
    El resto de este capítulo trata la oposición que sufren los apóstoles, y su gozo en sufrir por Jesús.
¿Cómo quiero usar mi dinero?

No hay comentarios:

Publicar un comentario