El Hijo de Dios se ha hecho ser humano. Como bebé necesitaba a los adultos. Ahora, como adulto, sigue siendo humano. No va a hacer nada por su cuenta. Necesita a su Padre, necesita al Espíritu Santo. Se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:7-8). La tentación a la que se expone es real. Y como ser humano vence la tentación. Necesita para ello las Escrituras. Mira como cada vez contesta a Satanás con un texto bíblico.
Y tú y yo le necesitamos a él en nuestras tentaciones. Pues por cuanto El mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados (Hebreos 2:18).
Han sido 30 años de espera. Ahora se lanza como un cohete. Elige a sus discípulos, se traslada a Capernaum, recorre toda Galilea, repitiendo el mensaje que proclamaba también Juan Bautista. Pero a ese mensaje añade toda clase de milagros. Voy a sembrar aquí un pensamiento: ¿a qué se refería Jesús cuando dijo, el que cree en mí hará las obras que yo hago y aún mayores? Llegaremos a este texto en enero con el Evangelio de Juan.
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