sábado, 28 de noviembre de 2020

La luz no se puede atrapar


LECTURA  CRONOLÓGICA 59 DE LOS EVANGELIOS

     Esta experiencia en Jerusalén parece un ensayo de lo que pasará dentro de unos pocos meses. Por la noche Jesús va al Monte de los Olivos. Luego los jefes de los judíos van a por él. Primero con una trampa (Juan 8:6) y luego con piedras para matarle (Juan 8:59). Sospecho que igual que ponían una trampa para Jesús, la habían puesto para la mujer, con el fin de usarla para sus nefastos propósitos. Sospecho también que lo que Jesús escribía en el polvo tenía algo que ver con los secretos de sus propias vidas. Pero será mejor atenernos a lo que sabemos.

     ¿Qué nos interesa más, acusar o perdonar? ¿Ser los representantes del juicio de Dios o de su gracia? Cuando alguien peca, hay instrucciones sobre cómo tratarle. Quisiera repetir la pregunta ¿Por qué precisamente somos reacios a tratar a solas con alguien que nos ha ofendido o que se ha desviado? ¿Me puedes ayudar con una respuesta?

Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

     Cualquier persona sin Jesús está en densa oscuridad. Los fariseos con sus reglas y su fino sentido de crítica no siguen a Jesús y no tienen la luz de la vida. Una persona religiosa puede estar caminando en tinieblas. La "gente guapa" puede estar en tinieblas. No hay que seguir a nadie más que a Jesús. Se trata de una luz que camina. Hay que seguirle. Para disfrutar de esta luz hay condiciones. Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz cada día y sígame (Lucas 9:23).

     David dijo, El Señor es mi luz y mi Salvación (Salmo 27:1). No se trata de una luz entre muchas. Hay una sola luz, Jesús. Los fariseos, en su vocación de buscapleitos, demuestran su oscuridad mental. Me extraña que Jesús se digne de mantener una conversación con ellos (Juan 8:13-19). Es otro ejemplo de la inmensidad de su paciencia. En todos sus intentos de hacerle daño a Jesús, probablemente ninguno de ellos se da cuenta de por qué no lo consiguen. Todavía no había llegado su hora (Juan 8:20). 

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