LECTURA CRONOLÓGICA 55 DE LOS EVANGELIOS
Al comienzo de esta narración Jesús y sus discípulos han regresado de su viaje al norte y están en casa en Capernaúm (Marcos 9:33). Jesús ha tomado un niño en brazos (Marcos 9:36 y Mateo 18:2) para enseñar sobre cómo ser grande, y parece que cuando habla de estos pequeñitos que creen en mí (Marcos 9:42), que todavía lo tiene en sus brazos. Y cuando llega al final de la parábola de la oveja perdida (Mateo 18:14), todavía está hablando de estos pequeñitos.
Un consejo que doy a las personas que están muy involucradas en el servicio del Señor (como nos corresponde a todos) es que en cada decisión que enfrentan, que tomen en cuenta sus hijos. Y no me refiero a lo material. Mi esposa y yo somos testigos de que los niños pueden crecer sanos y felices y llegar a contribuir al bien de la sociedad, sin tener todos los juguetes y caprichos que ven que tienen sus compañeros. Me refiero a su desarrollo como personas. Cada padre y madre puede observar a sus hijos y si ven comienzos de rebeldía o de apatía, o confusión, además de hablar con ellos, determinar si les conviene otro ambiente. Yo sé que Dios da sabiduría a los padres. A veces incluso llegan a comprender que el mejor ambiente es donde pueden servir a Dios en medio de peligro. Otras veces, cuando el entorno tira demasiado, hay que retirarse a otro barrio.
Una de nuestras hijas con su marido e hijos han decidido vivir en un barrio de Chicago que algunos consideran peligroso. Allí mismo sirven al Señor en una iglesia que va creciendo y rescatando chicos de las pandillas, ofreciéndoles nueva vida. Como abuelo observo con orgullo que tienen unos hijos obedientes y serviciales, aunque nunca cesa la lucha y a veces hay momentos de profunda tristeza.
Se ve que los niños...
- Tienen capacidad de creer en Jesús (Mateo 18:6)
- Son ejemplo de humildad (Mateo 18:4)
- Pueden tropezar, sobre todo por el mal ejemplo de algunos adultos (Mateo 18:6)
- Están bajo el cuidado de ángeles, que tienen contacto directo con Dios (Mateo 18:10). Por eso no se les debe despreciar nunca.
- Pueden perderse (Mateo 18:11 y 14)
Y por lo tanto están bajo la responsabilidad de sus padres y de los que han podido crecer en la fe. Me acuerdo de llegar a mi casa en Fuenlabrada muchas veces, cruzando entre un montón de niños que jugaban en la plaza. Me hacía la pregunta ¿Dios ama a mis hijos más que a estos niños? Sentía y hoy día siento con más fuerza todavía una gran responsabilidad de ayudar a los niños a encontrar el camino, que es Jesús.
Verás en el texto bíblico de hoy que nuestros niños requieren gran atención y vigilancia por nuestra parte.
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