lunes, 23 de noviembre de 2020

Enseñanzas de Jesús en la intimidadad


LECTURA CRONOLÓGICA 54 DE LOS EVANGELIOS

Mateo 17:22-18:5; Mar 9:30-37; Lucas 9:43-48

     Pensando en la última lectura, me parece demasiado simple. Estamos leyendo el Evangelio y practicando la oración. En esta batalla contra Satanás tiene que haber algo más sofisticado. Pero no, el evangelio es sencillo, Nuestra lucha espiritual es algo elemental. Lo que Dios nos pide es fidelidad, y no variedad. Si perdemos alguna batalla, es más bien por no hacerle caso a lo que ya sabemos. 

     Nuestro alimento es sencillo también. En el servicio militar se entiende el "rancho" como una comida básica. Pues, viva el rancho de los soldados de Jesús. Israel cruzó el desierto en perfectas condiciones físicas a base de un solo tipo de comida. En los 40 años que tardó ese viaje no hubo cambio de dieta. Nosotros, leyendo y practicando la Palabra tenemos todas las vitaminas y proteínas necesarias para desarrollar en nosotros la imagen de Jesús y luchar contra Satanás. Llegará el gran día del banquete (Apocalipsis 19:9). Pero ¡qué digo! Esto es un banquete. No hay bocado más suculento que las palabras divinas que se nos ofrecen. Cuando se presentaban tus palabras, yo las comía; tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón (Jeremías 15:16). 

     En el último año del ministerio de Jesús que estamos viendo, sus discípulos tenían mucha ocasión de conocer sus palabras de forma íntima en esos viajes que hacía fuera de Galilea. En el texto que tenemos delante él vuelve a su provincia pero trata de quedar desapercibido. Otra vez está enseñando a sus aprendices acerca de su inminente muerte y resurrección. Les está hablando de su arma secreta, el sacrificio con el que va a librar a la humanidad del poder de Satanás. ¿Por qué tienen miedo de preguntarle sobre las cosas que no entienden? 
 
    ¿Te fijaste en la reacción de Jesús cuando Pedro quiso quedar bien con los que cobraban el impuesto del templo? Le manda volver a su oficio, aunque esta vez no con redes sino con anzuelo. Y no tendrá que vender su pesca, sino que el pez escupirá la moneda exacta para el impuesto de dos personas. Esto no es un impuesto para los romanos, sino algo organizado por los sacerdotes para los gastos del templo.

     "Yo soy el más importante." "Yo nací para mandar." "Si no me hacéis caso no juego." En esa discusión de los discípulos sobre quién iba a ser el mayor (Lucas 9:46), parece que ninguno se ofrecía para ser el más pequeño. Así que, Jesús les da una enseñanza con modelo. ¿Queréis ser grandes? Asociaros con los niños y ser como ellos. Lo más probable es que hoy tengamos ocasión para hacerlo.

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