Vitaminas 1 Cor 3:10-15
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Pablo estuvo un año y medio enseñando el evangelio en Corinto (Hechos 18:11) porque el Señor le había dicho que tenía allí mucho pueblo. Luego continuó en otras partes, contando con que continuase la obra de Dios entre ellos. Les corresponde a ellos edificarse mutuamente usando los dones (1:6,7) que tienen. Él se daba cuenta que les faltaba madurez pero sabía que tenían suficientes instrumentos como para seguir creciendo.
Pero ese crecimiento se troncó debido a la carnalidad de los cristianos. Son como niños que no crecen. La descripción de Pablo es que “andan como hombres” (v 3). Es decir, que todo el partidismo, protagonismo y politiqueo que se encuentra fuera de la iglesia está funcionando entre ellos.
Tienen que darse cuenta de su inestabilidad. Les habla Pablo de una recompensa y del peligro de perderla (v 14). Él personalmente ha realizado su labor de enseñarles el evangelio y su recompensa está garantizada (v 8). Ellos mismos son su obra (9:1). Llegó Apolos y regó lo que Pablo había plantado. Vemos la madurez de Pablo en que no considera en absoluto que Apolos sea un rival.
¿Qué es ese fuego que quemará todo lo que no tiene valor? Las actividades carnales, la rivalidad entre creyentes se puede disimular con palabras espirituales. Habrá un día de juicio cuando todo lo que tiene buena apariencia pero que es carnal será quemado. Todo lo que hemos hecho por impresionar a los demás arderá. Son salvos porque han aceptado el evangelio pero sin premio (v 13). Lo que se construye según la sabiduría de este mundo (18 y 19) no vale en el reino de Dios.
¿Quiero impresionar a los demás o a Dios?
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