Texto de la semana Juan 3:10-21
Desobediente, rebelde, incrédulo, describen el pueblo que Dios quería llevar a la tierra prometida. Una de las actividades que más practican es la murmuración. Parecen incapaces de vivir sin quejarse de sus líderes. Hacia el final del tiempo en el desierto, habiendo sido liberados del Faraón, y con milagros diarios de provisión de comida y agua, a punto de entrar en la tierra prometida, otra vez comienzan a hablar contra Dios y contra Moisés (Números 21:5). No les gusta ni el sitio ni la comida. La respuesta de Dios es un ataque de serpientes venenosas, que dejan a un montón de personas muertas y agonizando. Arrepentido, el pueblo pide socorro, y Dios instruye a Moisés respecto a la solución: una serpiente de bronce, elevada a la vista de todos. Con fijar la vista en esa figura es suficiente, todos los que están a punto de morir pueden salvarse.
Jesús elige esa historia para describir su misión en la tierra. Se encuentra en medio de un pueblo rebelde. A lo suyo vino pero los suyos no lo recibieron (Juan 1:11). La luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas (3:19). Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna (3:14, 15). Mirando a la cruz somos salvos.
El primer capítulo de Juan nos presenta también el comienzo de ese grupito que sí le recibieron. Uno de los primeros es Andrés (v 40). Me gusta su sencillez. Ha escuchado atentamente a Juan Bautista, y dice a su hermano, Hemos encontrado al Mesías.
La lectura de los primero 7 capítulos te servirá de enorme beneficio. Es alimento. No te alimentas de la comida que tomaste hace 5 años. Si puede ser de un tirón, mejor, y en un lugar aislado.
¿Necesito serpientes para hacerle caso a Dios?
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