domingo, 30 de noviembre de 2008

La muerte y resurrección de Jesús son tan significativas que muchos niegan que resucito. La respuesta del Corán (Sura 4:157) es afirmar que no murió. Nuestra salvación depende de su sacrificio. El evangelio afirma que lo hizo. Por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (2 Corintios 5:15). Con esta confianza, creemos que volverá. Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él (1 Tesalonicenses 4:14).
Marcos nos dice que Jesús expiró (15:37). También que resucitó (16:6 y 9). Había cosas que dificultaban que los discípulos creyesen eso, especialmente el hecho de haberle visto morir y saber que estaba sepultado. Hay cosas que dificultan el que nosotros creamos de verdad, especialmente el hecho de haber pasado tanto tiempo. Pero había cosas que facilitaban su fe, especialmente el hecho de verle en persona. Hay cosas que facilitan nuestra fe, especialmente el hecho de los que habían perdido toda esperanza ahora testifican haberle visto resucitado. También la gran expansión de la Iglesia de Jesús, a través de los siglos, contra viento y marea, jamás utilizando armas carnales, sino llevada por el poder del Espíritu Santo. Los cambios que Dios ha realizado en personas salvadas por la sangre de Cristo, en tu propia vida, todo ello es un testimonio acumulado, de que Jesús resucitó. (Ah, si piensas que a veces la iglesia ha avanzado mediante la espada, vuelve a examinar la historia. Las “cruzadas”, la “santa inquisición”, el “Sacro Imperio Romano”, figuran entre lo que más ha hecho a la gente perder la fe.)
A mí personalmente me queda por vivir la prueba definitiva. Si creo en la resurrección, y al que cree todo le es posible, entonces mi vida ha de ser una demostración del poder de la resurrección (Romanos 8:11)
Los que me observan ¿ven el poder de la resurrección?

Lectura de Marcos 15:

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