Hay un
pensamiento que algunas veces me hace callar. Cuando veo que alguien va mal
aconsejado en un área de su vida, sería fácil soltar una parrafada de “buenos
consejos” y darle la solución definitiva. Pero si se trata de un área de mi
vida donde no estoy practicando esos consejos, me veo sin autoridad para
asesorar a otros.
Jesús quiere enseñar a los discípulos sobre el poder de la fe. ¿Qué es lo que hace? Primero se aparta para orar y fortalecerse personalmente (14:23). Luego da una enseñanza sin palabras. Cuando se recuperan del susto de verle andando sobre el mar, alguien le quiere imitar.
Si quieres
ayudar a alguien de verdad con buenos consejos, antes de hablarle, déjale ver
tu ejemplo y después tus palabras.
Si mis hijos han
decidido practicar lo que les he enseñado, es porque eso concuerda con lo que
han visto en la práctica. Y los fallos que han visto en mí, los perdonan porque
reconocen que sus padres también están en el camino de aprender.
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