LECTURA CRONOLÓGICA 63 DE LOS EVANGELIOS
En cuestión de meses el ministerio de Jesús con sus discípulos habrá terminado. Para la primera fase, en Galilea, eligió un grupo básico de 12 apóstoles, con una función paralela a la de los 12 patriarcas de Israel (Apocalipsis 21:12-14). En el Israel antiguo, hubo un grupo de 70, elegidos por Dios en tiempos de Moisés (Números 11:16-25). Jesús también elige a 70, para una misión puntual, que parece que se realizó en otros lugares entre Galilea y Jerusalén, concretamente en la provincia de Perea. Jesús es el profeta anunciado por Moisés en Deuteronomio 18:15.
Las instrucciones son parecidas a cuando se envió a los 12. Otra vez es importante que busquen en cada lugar una familia clave que hospede al equipo. Cuando no hay quien les reciba, no tienen por qué quedar. El recibir al mensajero equivale a recibir su mensaje, que equivale a recibir al Rey Jesús. Estas personas que comienzan a seguir a Jesús estarán entre los que lleguen a Jerusalén para el Domingo de Ramos y proclamen Rey a Jesús. Los 70 descubren que tienen el mismo poder para esta misión que los 12. Viven un momento del Reino, con gran alegría, y vuelven a Jesús con un informe muy optimista.
El motivo de gozo para Jesús (Lucas 10:21) es que gente sencilla pueda recibir una revelación directa del Padre. Los que tenían que haber realizado esta misión son los 70 líderes de Israel que componen el Sanedrín, proclamando a todos sus compatriotas que ha llegado el Rey. Ellos son la continuación de los 70 ancianos nombrados por Moisés. Pero Jesús vino a lo suyo (Juan 1:11) y los suyos no le recibieron.
Jesús confirma (Lucas 10:19) el poder que han recibido diciendo, nada os hará daño. Evoca las palabras de Dios a la serpiente (Génesis 3:15) garantizando su destrucción. Pero esa destrucción pasa por una herida que ha de recibir el que le aseste el golpe definitivo. Pronto Jesús en Jerusalén recibirá esa herida y aplastará para siempre a Satanás. Nada le hará daño. Cuando pensamos en que nada nos hará daño a nosotros hay que mantener siempre en mente que los que nos matan tampoco nos pueden hacer daño (Lucas 12:4). Las apariencias engañan. Jesús en la cruz está inaugurando una nueva forma de guerra.
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