LECTURA CRONOLÓGICA 81 DE LOS EVANGELIOS
Este es el día que lleva esperando Jerusalén durante 700 años (Zacarías 9:9). Los que esperaban que el reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro (Lucas 19:12) pueden pensar que ya llegó. Me imagino las especulaciones de los jefes de los judíos. ¿El curandero de Galilea al final nos va a estropear la fiesta? Arropado de tanta gente llegada de todas partes para la Pascua, será muy difícil realizar su plan de matar a Jesús. Su estrategia depende del sigilo, la oscuridad y la traición (Mateo 26:4).
Jesús, llegando a la ciudad, llora (Lucas 19:41) porque Jerusalén, al rechazar a su rey verdadero, está abriendo la puerta para que vengan los ejércitos de Roma y la destruyan.
Son especialmente interesantes algunos detalles que anota Juan. Los que inician esta entrada triunfal son peregrinos que han venido a la fiesta. No son gente de Jerusalén. Probablemente muchos de ellos le han acompañado desde Galilea, aumentando continuamente al pasar por Perea y Jericó. Luego se juntan gente de Jerusalén, que son los mismos que presenciaron el milagro de Lázaro.
Con tantos seguidores podemos imaginarle organizando una toma de la ciudad. Por muy preparados que estén los romanos, sería difícil resistirse contra un levantamiento de casi toda la población judía de varias provincias. Pero Jesús está realizando otro propósito. Al cumplir la profecía, Hija de Sión, tu Rey viene a ti humilde y montado en una asna y en un pollino, bestia de carga, está dando a todos en Jerusalén la oportunidad de aceptarle o rechazarle. Y le rechazan. A lo suyo vino y los suyos no le recibieron (Juan 1:11). Y esta forma de presentarse les va a servir más adelante para convencer a Pilato que crucifique a Jesús (Juan 19:19).
Jesús nació para reinar. Lo sabían los magos. Herodes trató inútilmente de impedírselo. No sólo en la entrada triunfal en el Domingo de Ramos, sino en todo momento de su vida antes y después, e incluso en su muerte, Él estaba en control. Y sigue. Ahora está sentado en un trono, y corresponde a los que decimos ser sus seguidores decirle al unísono, "Reina entre tu pueblo hasta que no quede resistencia a tu reino".
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