La pregunta para el siglo 21 es, ¿Dónde están los que buscan a Dios? Repetidas veces hemos conocido a jóvenes sinceros, catequistas, personas que a pesar de no haber recibido mucho alimento espiritual en las estructuras religiosas que conocen, siguen buscando a Dios allí. Pablo no rechaza el judaísmo a pesar de sus fariseos, saduceos y herodianos. Son los judíos (algunos de ellos) los que rechazan el mensaje de libertad en Cristo. Lo que hace Pablo es llamarles a ser fieles a sus Escrituras. Lo mismo hacía Martín Lutero. ¿Sería posible que en el siglo 21 los verdaderos cristianos se reuniesen alrededor de, y en obediencia a, la Palabra de Dios sin importarles tanto que hayamos heredado ciertas diferencias? Sería posible corregir nuestros errores mediante una relación en vez de mediante el rechazo y la polémica?
Para Jesús, el enseñar en la sinagoga de Nazaret y de Capernaúm y en el templo en Jerusalén era normal porque su ministerio se centró en el pueblo judío. Pero ¿por qué Pablo, con clara vocación de llevar el evangelio a los gentiles, suele dirigirse en primer lugar a este centro de reunión de los judíos? Lo hace en Antioquía (13:14). En Iconio (14:1) nos informa Lucas que lo hacían de costumbre. El motivo de ir a las sinagogas se entiende fácilmente cuando nos damos cuenta que por todo el Imperio Romano, donde había colonias de judíos, los paganos tenían allí su primer contacto con el pueblo del Dios único. Muchos de ellos asistían a las reuniones para aprender más. Dios en su sabiduría había permitido que la dispersión de los judíos debido a su desobediencia sirviera como preparación para recibir la predicación de Pablo y Bernabé.
Cuando los judíos se dan cuenta de que muchos gentiles van a conocer la bendición de Dios, se llenan de celos (13:45) y quieren matar a los mensajeros. Sin embargo Pablo jamás se desvincula del judaísmo. Su corazón se hincha de amor hacia su propio pueblo. Esto se ve en todo el libro de los Hechos.
¿Qué haría Pablo?
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