Podríamos combinar frases de dos versículos para resumir la esencia de este capítulo: sigamos adelante (v 1) hasta el fin (v 11). El cristiano no solamente debe cuidar de no abandonar su fe, como venimos viendo, sino que tiene que edificar sobre el fundamento donde queda establecido.
¡Qué bueno es saber que podemos seguir hacia delante, que nos quedan nuevas experiencias con el Señor y que a la vez todo lo que hemos aprendido en el pasado nos sirve como infraestructura para combinar con lo que vamos edificando. Todo chasco y torpeza que experimentamos en la vida quedará como peldaño para nuestro aprendizaje.
Como leí recientemente, "no desperdicies tus errores". Si en nuestra trayectoria nos vemos abrumados por experiencias "negativas", lo peor que podemos hacer es abandonar. Vimos una frase en el capítulo 4 que hay que recordar: Acerquémonos, pues, con confianza al trono de nuestro Dios lleno de amor, para que tenga misericordia de nosotros y en su bondad nos ayude en la hora de la necesidad. Acércate en este momento a tu Papá. Y si lees esto en tiempo de pandemia y de confinamiento, no olvides que Dios no te va a transmitir ningún virus. Sus abrazos son limpios y llenos de afecto y de poder. Más adelante veremos otro texto de invitación, Hebreos 10:22 - Acerquémonos, pues, a Dios con un corazón sincero y una fe completamente segura... Es el momento de dar un paso hacia tu siguiente experiencia con Dios.
Por si estamos titubeando, encontramos una necesaria advertencia. Lo peor que podemos hacer es abandonar la fe porque eso nos cierra una puerta (v 6). Con Dios no se juega. No es hoy no y mañana sí. Es avanzar hasta el fin. Los que abandonan quedan peor que antes. Pues los que han conocido al Señor y Salvador Jesucristo, y han escapado así de las impurezas del mundo, si otra vez se dejan enredar y dominar por ellas, quedan peor que antes (2 Pedro 2:20). Me recuerda las palabras de Jesús en Juan 15:6 - El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Pero no hay que tener miedo. Este capítulo termina con esperanza que nos da confianza. El ancla que nos une con el trono de Dios, la ha puesto Jesús mismo, nuestro fiel sacerdote. Creo que podemos confiar en él ¿no?
6:1- Así que sigamos adelante hasta llegar
a ser adultos, dejando atrás las primeras enseñanzas acerca de Cristo. No
volvamos otra vez a asuntos elementales, como la conversión y el
abandono de las obras que llevan a la muerte, o como la fe en Dios, 2- las
enseñanzas sobre el bautismo, el imponer las manos a los
creyentes, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.
3- Es lo que haremos, si Dios lo permite. 4-
Porque a los que una vez recibieron la luz, y saborearon el don de
Dios, y tuvieron parte en el Espíritu Santo 5- y saborearon el buen mensaje de
Dios y el poder del mundo venidero, 6- si caen de nuevo no se les puede hacer
volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando otra vez al Hijo de Dios
y exponiéndolo a la burla de todos. 7- Son como la tierra empapada
de la lluvia que la riega: si da una cosecha útil a quienes la trabajan, recibe
la bendición de Dios; 8- pero si da espinos y cardos, no sirve para nada, sino
que cae bajo la maldición de Dios y finalmente será quemada.
9- Pero aunque hablamos así, queridos
hermanos, estamos seguros de que vosotros os encontráis en el primer caso, es
decir, en camino de salvación. 10- Porque Dios es justo y no olvidará lo que habéis
hecho y el amor que le habéis mostrado al ayudar a los hermanos en la fe, como
aún lo estáis haciendo. 11- Pero deseamos que cada uno de vosotros
siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice
completamente vuestra esperanza. 12- No queremos que os volváis perezosos, sino
que sigáis el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están
recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.
Promesa y juramento
13- Cuando Dios hizo la promesa a Abraham,
juró por su propia vida porque no había otro superior a él por quien jurar, 14-
y dijo: “Sí, yo te bendeciré mucho y haré que tu descendencia sea numerosa.”
15- Abraham esperó con paciencia y recibió lo que Dios le había
prometido. 16- Cuando los hombres hacen un juramento, lo hacen por alguien
superior a ellos mismos; y cuando garantizan algo mediante un juramento, ya no
queda nada por discutir.
17- Pues bien, Dios quiso mostrar
claramente a quienes habían de recibir la herencia que él les prometía, que
estaba dispuesto a cumplir la promesa sin cambiar nada de ella. Por eso
garantizó su promesa mediante el juramento. 18- De estas dos cosas que
no pueden cambiarse y en las que Dios no puede mentir, recibimos un
firme consuelo quienes hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en
la esperanza que él nos ha dado. 19- Esta esperanza mantiene firme y segura
nuestra alma, lo mismo que el ancla mantiene firme el barco. Es una esperanza
que ha penetrado hasta detrás del velo en el templo celestial, 20- donde
antes entró Jesús para abrirnos camino, llegando él así a ser sumo sacerdote
para siempre, de la misma clase que Melquisedec.
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