En los dos versículos de la lectura mínima de hoy vemos dos clases de oyentes: los muchachos (inocentes) y los escribas y principales sacerdotes (astutos).
Jesús acaba de
hacer limpieza en la casa de su Padre en una escena que creo que nos gusta a
todos. Vuelca las mesas de los vendedores, suelta los pájaros (según la
película), y reclama el templo como casa de oración y que deje de ser cueva de
ladrones. Habiendo establecido su autoridad, sana a los ciegos y cojos que
acuden.
Para colmo, a los
niños les da por aclamarle a Jesús rey del pueblo como acaban de escuchar a los
discípulos que han traído al Señor a Jerusalén como rey.
Según los
líderes, los niños se equivocan. Según Jesús están expresando en toda su
inocencia la voluntad de Dios. La respuesta de Jesús es, ¿Nunca
leísteis? Igual nos diría hoy, ¿Nunca leísteis lo que dije,
Dejad a los niños que vengan a mí? Caemos en el mismo error que los
principales sacerdotes, el error de no hacerle caso a la Palabra de Dios. Es
necesario formar a los niños de nuestro barrio, usar nuestras casas para darles
la Palabra de Dios.
¿Estoy dispuesto a hacerme como un niño para alcanzar a los niños?
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