miércoles, 12 de enero de 2011

Mirando al cielo

Vitaminas (Lectura mínima)       Hechos 7:51-60
Menú completo                        Hechos 7
    Cuentan de un creyente que sufrió mucho por su fe en tiempos de la Inquisición. Cuando le preguntaron, ¿Cómo pudiste aguantar el dolor físico de la tortura? él respondió, “Pregúntame más bien cómo pude aguantar la gloria de Dios que sentía en ese momento.” Cuando Jesús mandó a los apóstoles a predicar dijo, “Estoy con vosotros todos los días” (Mateo 28:20).
    Esto es el caso de Esteban. Empezó como repartidor de alimentos. Le llamamos “diácono” o siervo. Fue fiel en esa responsabilidad y llegó a ser un brillante testimonio de Jesús. La mayor parte del capítulo 7 de Hechos es un repaso que él da ante sus acusadores, del trato de Dios con su pueblo Israel en el Antiguo Testamento, llegando a la conclusión, Este es un pueblo muy duro, que siempre resiste al Espíritu Santo.
    Esteban, llegando a su muerte, está en contacto con el cielo, con el trono de Dios (v 49). La gente ya se dio cuenta que tiene el rostro como de un ángel (6:15). Ahora comunica a sus acusadores lo que está viendo, la gloria de Dios, con Jesús a la diestra del Padre. Ellos, siempre muy “religiosos”, recurren a la solución final, matar al testigo de Dios a pedradas. Sin estar en contacto con el cielo Esteban sería incapaz de gritar en el mismo momento de su muerte, “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Ya no tiene que mirar al cielo desde la tierra. Ha pasado de aquí para allá.
    ¿Por qué huimos de experiencias difíciles para la carne? Ellas precisamente nos acercan a Dios. También en nuestro sufrimiento podemos tocar a otros. Pablo, uno de los enemigos, presente en esta escena, llega a darse cuenta (Hechos 22:20) que está ante un testigo de Dios
¿Cuándo he estado más cerca del cielo?

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