Vitaminas (Lectura mínima) Marcos 15:1-5
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Los principales sacerdotes y los ancianos saben que si quieren deshacerse de su enemigo, éste es el momento. De modo que están dispuestos a pasar toda la noche trabajando para ese fin. Su motivación: eliminar obstáculos a su poder.
Pilato es un hombre decidido y va al grano preguntando a Jesús si es el rey de los judíos. Su motivación en permitir la crucifixión: mantener la supremacía romana.
Jesús, el Hijo de Dios, decidido a conseguir la redención de la humanidad, no huye de su destino. No pierde el tiempo intentando dar una contestación a cada una de las numerosas acusaciones. Su motivación: tenerte a ti en la gloria con él.
La multitud, voluble, no sabe lo que quiere. Igual piden que se les entregue un preso (v 8), como piden también que Jesús sea crucificado (v 13). No tienen motivación, son veletas.
Dios el Padre decidido a llevar hasta sus últimas consecuencias el sacrificio de su propio Hijo, le permite sufrir en oscuridad el dolor que todos nosotros merecíamos. Su motivación: conseguir un pueblo fiel a su hijo amado. Jesús, ya en el fondo de ese sufrimiento, exclama, "Dios mío, ¿Por qué me has desamparado? (v 34).
Sabemos que Jesús consiguió lo que pretendía. “Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho” (Isaías 53:11). Su satisfacción se encuentra en que tú y yo no tengamos que sufrir lo que él sufrió.
Decididos tú y yo, sabemos que la cruz no es un adorno. Tampoco es un pequeños sufrimiento. La cruz solo representa una cosas, la muerte. El Hijo de Dios dio su vida en nuestro lugar. Nosotros damos nuestras vidas enteras como única respuesta, decididos a poner en práctica todo lo que él enseñó y que tan caro le costó. Nuestra motivación: honrar al Dios que tanto nos amó.
Este es el momento ¿para jugar o para tomar en serio mi fe en Jesús?
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