Lectura cronológica 79 en los evangelios
Mateo 20:29-34; Mar 10:46-52; Lucas 18:35-19:28
Jericó no es el destino. Jesús va a Jerusalén para terminar su obra. Algunos piensan (Lucas 19:11) que está a punto de establecerse el Reino de Dios. Esta lectura relata el ministerio de Jesús en Jericó: curación de ciegos, conversión de Zaqueo y una comida donde los comensales escuchan consejos sobre las inversiones. Aunque él tiene muy presente el sufrimiento que le espera (Lucas 18:31), ese peso no le impide repartir bendiciones por donde va. Es como el peregrino del Salmo 84, que mientras va llegando a Sion es capaz de convertir el valle de lágrimas en manantial de salud. Esto es algo que yo deseo, que por mucho que vaya cargado de cosas del futuro o por penas propias, no por eso deje de servir de bendición hoy para las personas con las que Dios me ha puesto.
De hecho, todo este viaje desde Galilea ha sido un tiempo muy intenso. Jesús sabe aprovechar las horas que el Padre le da para trabajar.
La enseñanza que da (Lucas 19:11-27) está pensada para enseñar paciencia y diligencia. Porque aunque el Reino de Dios está entre nosotros (Lucas 17:21), no hay que esperar como parece que es el caso de algunos, que con una varita mágica todo se va a enderezar. Cada siervo del Rey tiene una responsabilidad. Llegará el día de saldar las cuentas y a cada uno de nosotros Dios preguntará qué es lo que hemos hecho con lo que ha puesto en nuestras manos. Del tesoro que este hombre da a sus siervos no hay ninguna parte para jugar con ello aparte. No, todo lo que nos da es para invertir. Esto me dice que tengo que saber bien qué es lo que el Señor ha puesto en mis manos y en qué forma utilizarlo mejor, para cumplir con sus palabras, Negociad con esto hasta que yo regrese.
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