Otra vez más los fariseos y escribas (expertos en la ley de Dios) vienen a Jesús para ponerle una trampa. ¿Te has dado cuenta que nunca llegan con intenciones positivas, siempre con críticas? Esta vez sobre el ritual religioso que ellos han impuesto, que exige lavarse las manos antes de comer. Se trata de una buena costumbre de higiene, pero no debe ser forma de determinar la condición espiritual de alguien.
¿Qué dice Jesús?
“Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” Como
Jesús se preocupa por el bien de las personas, y no por el aspecto exterior, es
capaz de ver con claridad y dar una respuesta contundente. El no cae en
la trampa porque no entra en su juego.
Para evitar las
trampas que te puedan tender necesitas ocuparte del corazón. No te preocupes
por salir ganando en un combate verbal. Ocúpate de tu condición interior. Te
dejará mejor sabor de boca el saber que te has mantenido fiel al Señor, que el
saber que has aplastado a un contrincante en un debate.
¿Donde está mi corazón?
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